domingo, 14 de julio de 2013

Platón y el Espíritu del Tiempo

Hernán me hace algunas puntualizaciones/objeciones al post acerca de El Espíritu del Tiempo. Dicen así:

1. La vida y obra de Platón (y Sócrates) se define en buena medida por la lucha contra los sofistas, que vendría a ser igual a la lucha contra "el espíritu del tiempo". Ahora bien, esa lucha estaba equivocada, era corta de vista, al modo que lo es la de estos católicos conservas. Ergo, Platón (y con él Sócrates) es, en lo esencial, un pavote.


2. Análogamente, y a la inversa: puesto que Platón (y con él Sócrates) no es ningún pavote, y que su aparente fracaso terminó fundando (o poco menos) la civilización occidental, y que el helenismo (del cual es eximio representante) terminó siendo un ingrediente poco menos que esencial de cristianismo, está bien pelear, como hizo él y como hacen los católicos en clave reaccionaria-contra-cultural.


Hay una tercera objeción, pero la trataré aparte en estos días.

Son puntualizaciones de lo más complejas. Diré que la primera me comenzó a desvelar al minuto siguiente de poner el post. Si yo mismo pienso que Platón es el fundador de nuestra civilización, ¿cómo puedo al mismo tiempo suponer que no comprendió lo que se estaba gestando en su época, y en gran medida luchó vanamente?
A mi entender hay dos aspectos en esto: la obra del artista (asimilemos provisoriamente a Platón a un artista, que ciertamente  lo es), que es la que funda época, y la personalidad y vida del artista, que a veces acompaña mejor y otras peor a su obra.
La obra de Platón, lo que ella funda de permanente, trasciende por completo sus propia percepción de los problemas -en especial de los problemas políticos-, en muchísimos de los cuales equivocó el rumbo, y en esto no es defendible.
Veo difícil explicar esta tesis sin adentrarme en la cuestión de la vida y la obra de Platón (y alejarme, por tanto, del objetivo del post) pero intentaré unas pinceladas: Platón estaba convencido de que la educación, en el sentido del esclarecimiento de la conciencia adormecida por la ignorancia y el consecuente vicio moral, era suficiente para concebir en el hombre el deseo de justicia y ponerse en camino hacia el Bien (pelagianismo avant la lettre). Creyó encontrar en Dionisio de Siracusa padre, y luego en el hijo, a dos gobernantes que, suficientemente esclarecidos, lograrían encaminar su pueblo al Bien. Fracasó rotundamente en el intento, lo que le costó parte de su hacienda, y casi su vida, y ciertamente probar la amarguísima experiencia de la esclavitud.  Estoy simplificando mucho un proceso de años.
De esas experiencias fallidas Platón sacó varias conclusiones, que las expresa con exquisitez en la Carta VII; algunas son conclusiones circunstanciales, autoexcusas, etc. Otra, la que está en el centro de la llamada "gran digresión" de la carta, consiste en descubrir la gran trampa del lenguaje: la verdad no se halla, como había postulado Sócrates, como una claridad progresivamente alcanzada, sino que adviene en un acto súbito de iluminación que ciega al hombre, y hace al sabio necio a los ojos del mundo. Eso es de lo que Platón habló a partir de allí, en todas las formas en que pudo (es la esencia del famoso "relato de la caverna", y de muchos otros textos). No abandonó más que al final a su personaje Sócrates, pero se fue distanciando cada vez más de él, sin negarle la gratitud que le debía.
Con ese descubrimiento Platón dio en la clave de por qué surgían sofistas en su época: la trascendencia de la verdad hace más probable al sofista que al sabio, y en definitiva, incluso el sabio, en tanto opinador, resulta un sofista. El propio Platón se ríe de su propia obra ("Platón nunca ha escrito nada, lo que has leído con su nombre es de un cierto Sócrates, vuelto al esplendor de su primera juventud...").
En toda su última etapa Platón escribe a dos bandas: su sueño de una política regida por la Justicia, y su percepción del carácter esquivo, trascendente de la Verdad, que hace imposible la Justicia entre los hombres. ¿Cuál de las dos líneas es el gran Platón? No importa la respuesta, ni mucho menos mi respuesta, sino sólo percibir que Platón es dos platones, y sí, efectivamente, uno puede llegar a ser pavote, mientras el otro funda un mundo.

Una constatación fuera de programa pero muy ilustrativa es hasta qué punto en la historia del arte y en la historia de la filosofía, el pensador ha estado del lado equivocado, lo que resalta más todavía cuanto más luce en él el descubrimiento de la verdad. Pensemos en Heidegger y su maridaje con el nazismo (nada circunstancial ni pasajero), por poner sólo un ejemplo entre muchos.

Sí, los artistas son muchas veces pavotes, es su obra (objetiva, externa a ellos) lo que crea un mundo, no su obrar personal. Tal vez constatando esto Hegel llegó a la completa objetividad de la Idea, que crea en la historia su propia verdad, independientemente de los "sistemas", "religiones", etc a través de los cuales se expresa. No soy Hegel ni hegeliano, pero este aspecto lo considero probado.

La segunda objeción de Hernán, en atención a esto, se responde sola: se puede ser tan pavote como Platón, lo que es difícil es ser tan genial como él. No sabemos si Platón, en vez de empeñarse en su lucha contracultural, hubiera llegado más directamente a su descubrimiento trascendente acerca de la verdad, quizás se hubiera descaminado. Pero no podemos pensar con posibles históricos: lo cierto es que su descubrimiento reniega de su praxis política. Los que venimos después no podemos ser pavotes como él.

2 comentarios:

  1. Bien, no me parece nada descabellado, aunque tampoco muy fácil de tragar. Un par de puntualizaciones:

    1. Que haya dos platones tan lejanos (en puntería, para empezar)... bueno, es toda una tesis. "No importa mi respuesta", dices, a lo anterior, pero esto otro también es toda una respuesta tuya. Para empezar, me pregunto cuán tuya es (sí, también argumentos de autoridad, ¿por qué no?)

    2. La distinción "descubrimiento trascendente" vs "praxis política", con su valoración, puede estar bien, pero esos términos pueden resultar demasiado tranquilizadores, como sugiriendo que lo segundo es relativamente irrelevante ("sólo se equivocó en cuestiones de política"). Pero insisto: en cierto relato, la lucha contra los sofistas es central, como algunos ponen la lucha de Cristo contra los fariseos; es -digamos- lo que pone a Platón en el bando de los buenos. Y, más aún, a Sócrates: es el bueno de la película porque luchaba contra los sofistas. ¿Hay que criticar este relato?

    Me gusta la analogía de Heidegger, y la noción de que la obra de un filósofo (y de un artista) trasciende su propio juicio sobre ella.

    Lo de "la trascendencia de la verdad hace más probable al sofista que al sabio" con lo que sigue es muy sugerente, me gustaría más desarrollo o referencias.

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  2. Punto 1: No sé cuán mío sea, y dar autoridades me pone en un apuro, es decir, en general, cualquiera de los grandes autores de referencia sobre Platón debe dar cuenta (y de hecho dedican discusiones a eso) de cómo es que Platón llega a ser grande habiendo metido tanto la pata en sus decisiones políticas. La mejor "vida de Platón" que leí es, aunque breve, la muy sustanciosa "Platón y la Academia", de Jan Brun, que va más allá de los problemas solamente histórico-biográficos.
    Pero la mayor autoridad para realizar la crítica de la praxis política platónica desde la intuición de la trascendencia de la verdad es el propio Platón en la Carta VII. Hay una traducción muy buena del Centro de Estudios Políticos de Madrid, es la mejor que leí. Un texto realmente difícil de traducir, lleno de vericuetos y sutilezas.

    Punto 2: Este es el nudo de la cuestión, si nos lleva a una tranquilidad de tipo "sólo se equivocó en política", estamos dentro del relato dualista (que es el modo clásico de presentar al Platón "de manual", digamos: a Platón leído desde Descartes). La lucha contra los sofistas es central, pero no en el sentido de una lucha de no-sofista contra sofista, sino de la lucha por el reconocimiento de la "evanescencia de la verdad" en todo discurso humano, incluido el que se considera esencial y al margen de la sofística.
    Platón pone al final del Fedro las tres "condiciones" -según él mismo, reveladas por la Deidad- que debe cumplir un discurso para poder ser llamado filosófico, en contra de la mera sofística:
    -El poner por escrito: paso esencial, es el primer pensador que descubre la ontología del texto en tanto texto escrito (cuya crítica es precisamente uno de los temas del Fedro).
    -El ser capaz de salir en defensa de lo escrito al ser atacado.
    -El ser capaz de demostrar la inadecuación del escrito a su objeto.
    Es decir: la tarea del pensador se desarrolla a través de la historia, en un terreno preparado con palabras escritas para durar, cuya clave es precisamente que contienen en sí las armas para defender ese escrito, y simultáneamente atacarlo. Esto es algo muy distinto que "esgrimir argumentos" y "tener la verdad".
    Así que no podrías haberlo dicho con más justeza que cuando apuntas la pregunta de si hay que criticar el relato del bueno que lucha contra sofistas. Sí, ese relato es sofístico, en definitiva, y se mantiene anclado en un "naturalismo de la verdad" que ni se verifica en la vida de Platón (ni de ningún otro filósofo), ni se corresponde con la experiencia humana del hombre atribulado por la evanescencia de la verdad y del sentido.

    Esa evanescencia no es muy ajena (aunque no sea idéntica) al grito de Jesús en la cruz reclamando a Dios una respuesta por el abandono.
    Yo me pregunto cuántos católicos le hubieran dicho a Jesús al pie de la cruz: "chst, cállate, que escandalizas". La prueba de ello es la cantidad de relatos tranquilizadores para explicar que no dijo lo que dijo, sino otra cosa mucho más religiosa.

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