miércoles, 21 de agosto de 2013

Lógica de locos (III)

Hernán me pone tres preguntas/objeciones a mi artículo anterior (Lógica de locos II). Comencé a responderlos en los comentarios, pero se hizo un poco largo, así que recojo sus objeciones y las desarrollo, ruego tener presente el contexto de origen de cada una de ellas.
La verdad es que no sé si entiendo las objeciones, ya me corregirá Hernán en un comentario si no es así. Dice:
No se confunde (desde el primer párrafo) "no-verificable" con "contrario a la experiencia"?
La resurrección es, desde un punto de vista, una experiencia, y desde otro punto de vista, es falsable.
En el contexto de la "falsabilidad", una afirmación se tiene por científica si 1) es (en principio) falsable 2) no ha sido (de hecho) falseada.
Así, la frase
"la no-falsabilidad de la religión tiene que ver con su extrema variabilidad. No puede falsearse, pero cambia tanto, que en la práctica su propio desarrollo es una autofalsación."
me resulta oscura, porque parece confundir las dos partes, y porque las afirmaciones ("no puede falsarse") no sé en qué medida las hacés tuyas; cómo se diferencia esa "autofalsación" de una autorefutación por contradicción? Cómo se concilia variabilidad con identidad?
"eso también son credenda de una época, en la medida en que la fe los percibe como ligados indisolublemente a su Credo"
Pero, de nuevo, no me queda claro si estás criticando esa perpepción. (si sólo estás señalando dificultades, aporías y paradojas en suspenso, perfecto, pero como al final rechazás explicitamente la solución inmovilista... )

Yo lo separé en tres cuestiones, pero creo que también podía ser separado en dos (y por tanto pensado de otro modo)

«La resurrección es, desde un punto de vista, una experiencia, y desde otro punto de vista, es falsable.»
¿Desde qué punto de vista consideras la resurrección una experiencia? ningún ser humano ha vivido en primera persona una, y el único que la ha vivido, no mostró ese momento. Hay una "experiencia del Resucitado" pero no de la resurrección, de la que nadie es testigo directo, todos lo son de la tumba vacía y del Resucitado; y para complicar la cosa, la "experiencia del Resucitado" es condicional a que se les revele, y se les revela bajo condiciones que tienen que ver con una manifestación de fe de ellos, o sea que no es una experiencia en el sentido científico del término (objetividad, imparcialidad).
Eso no significa que no sea posible, pero de serlo, lo es en una dimensión de la materia de la que no tenemos experiencia directa. Podemos postular que la materia es multidimensional, y con las teorías cuánticas podemos asomar la nariz a unos planos de existencia material que se escapan a la experiencia material clásica. En ellos podrían quizás ocurrir estas realidades, pero no podemos decir que tengamos experiencia de ello.

«"la no-falsabilidad de la religión tiene que ver con su extrema variabilidad. No puede falsearse, pero cambia tanto, que en la práctica su propio desarrollo es una autofalsación."
me resulta oscura, porque parece confundir las dos partes, y porque las afirmaciones ("no puede falsarse") no sé en qué medida las hacés tuyas; cómo se diferencia esa "autofalsación" de una autorefutación por contradicción? Cómo se concilia variabilidad con identidad?»
Mi párrafo tiene un punto de ironía, y ciertamente que lo de "autofalsación" es sólo llevar al extremo la cosa. Pero sí, hago mía la idea de que la religión no puede falsarse, a costa de su variabilidad: las afirmaciones individuales de la fe pueden falsarse, y cuando de hecho son falsadas, la fe las abandona y acepta otras formulaciones para los mismos temas. El tema-testigo de esto es la creación, claro, cómo no.
Esto no sería nada extraño: la ciencia hace lo mismo, cambiando de paradigma teórico. Lo insólito es que nosotros decimos que es la misma fe, y no que es otra1.

¿Cómo se concilia variabilidad con identidad?
No lo sé, lo he preguntado en el escrito, pero no lo he respondido, porque no lo sé. Esa pregunta forma parte de las cosas vitales que me pregunto.
Estoy seguro que nuestra fe es apostólica, y también estoy seguro que en ni un solo tema creemos lo mismo que creyeron los apóstoles, lo Mismo, pero no lo mismo, para usar el jueguito tan caro a mis antecedentes existencialistas...
Sobre eso Ricoeur tiene una frase, que estoy esperando tener de nuevo un artículo que perdí ( :-) ) para retomarlo, la frase dice: "la idea de que la Iglesia se pierde en el mundo encierra un contrasentido, porque si se pierde, no queda nada que perder". Para mí, tiene mucho que ver con esto de la variabilidad y la identidad. Quizás para eso está el Magisterio infalible, para arbitrar aquello que pertenece a la identidad, y de qué modo pertenece. No para que no cambie, sino para decir: "este cambio es identitable, este no".
En definitiva, la continuidad/identidad de la fe cristiana la hace el Espíritu Santo, ni nosotros, ni nuestras fórmulas, ni nuestra lingüística.
Pero bueno, son temas extremadamente discutibles, que ni por asomo creo agotar en ninguna de estas precisiones.

«"eso también son credenda de una época, en la medida en que la fe los percibe como ligados indisolublemente a su Credo" Pero, de nuevo, no me queda claro si estás criticando esa percepción. (si sólo estás señalando dificultades, aporías y paradojas en suspenso, perfecto, pero como al final rechazás explicitamente la solución inmovilista... )»
En principio, estoy señalando dificultades, sin negarme a verlas. Yo no puedo criticar que la gente (yo también) ponga cosas en el Credo que no están en el Credo. A algunos se les va mucho la mano con lo que ponen, desde los zapatitos rojos del papa a las píldoras anticonceptivas, otros somos menos "credosos"; sólo quería señalar que los límites de los credenda no son nunca sencillos. Muchas cosas se perciben como ligadas inmóvilmente a la fe, y a la vez esas mismas cosas cambian, todo el tiempo.
No tengo una respuesta más allá de la fórmula que cité de Romanos 10,10, sobre el corazón y la boca, tomados en el sentido de la actitud vital y la fórmula.
Rechazo el inmovilismo, claro, y lo rechazo por completo, pero también la idea de que no hay nada que nos una a la iglesia apostólica fuera de un conjunto formal y vacío de fórmulas. Entre uno y otro está la cosa, pero yo no sé cómo articularlo. Tiene que ver con esto que dice Romanos de "con el corazón se cree", si le quitamos el tinte individualista con el que podría ser recibido: no es el individuo sino el nuevo Adán el que cree con el corazón.

Mientras tanto, a lo que iba el artículo: nuestro lenguaje es terreno abonado a toda clase de locura, tal vez sea esencialmente así.


1 Lo único parecido en el mundo de la ciencia es la fe evolucionista, que no cree en absolutamente nada tal como lo postuló Darwin, no ha quedado en pie nada de su paradigma teórico, pero por esas cosas de los científicos, lo siguen llamando "evolucionismo" y siguen diciendo que son herederos de Darwin. Se trata, a mi entender, de una fe a caballo de una ciencia, y en el aspecto de fe, funciona como una fe... :-)
Soy consciente que debería fundamentar esto que digo, y no tirarlo como si fuera dato sabido, pero confío en que sí es dato sabido el cambio completo de paradigma entre el evolucionismo darwiniano y el "evolucionismo" actual. Una muy buena crítica del lenguaje evolucionista hecha desde adentro (no tiene nada que ver con las críticas que solapadamente quieren reintroducir modelos creacionistas) es la obra «La interpretación de los fósiles», de Roger Lewin. Pero bueno, no me quiero ir tanto de tema.

lunes, 19 de agosto de 2013

Lógica de locos (II)

El rechazo de la experiencia como criterio último de verdad es el punto más débil del espíritu religioso, uno de los que más lo acercan a la locura, y un punto a favor de cualquier "enemigo" que se quiera ensañar con él. No todas las religiones afirman las mismas cosas, pero todas afirman cosas que no sólo están más allá de la experiencia humana, sino que están en abierta contradicción con ella. Casi está demás aclarar que la mía es una de las que más, con sólo la resurrección, tenemos para ganar un concurso de cosas que contradicen cualquier sana experiencia humana. «Sobre esto te oiremos otro día», le dijeron a Pablo; estuvieron elegantes...

Parece que no hay quien gane a la religión en imposibilidad de falsación, punto muy ligado al rechazo de la experiencia como criterio último. ¿Qué es lo que conseguiría que admitieras que el agua del mar no es azul? y allí cada uno puede poner un conjunto de "pruebas" que le harían considerar falsa su percepción. Por ejemplo: si me quedo conforme con una explicación científica de por qué yo la veo azul, admitiré que no lo es; otro se puede conformar con un argumento de autoridad como "si lo dice el Dr. Fulano, admitiré que no es azul"; etc. En la vida diaria nos manejamos con criterios de falsación más bien automáticos, e incluso somos distintamente rigurosos, según los asuntos nos importen existencialmente más o menos: es más rápido y sencillo admitir el adulterio en el vecino que en el marido, naturalmente. En el caso de la religión, su falsación es extremadamente difícil: pesa la experiencia, pero también la autoridad, pero ninguna de las dos en el sentido cotidiano y natural de esos términos; lo que es experiencia falseadora para uno, no lo es para el otro, ante la misma catástrofe natural, por ejemplo, unos creyentes dejan de creer en Dios, mientras que otros redoblan su fe; ante una experiencia interior de Dios determinada, para unos es un signo de su relación personal con nosotros, mientras que para otros es un motivo para dejar de creer... el nivel de falsabilidad varía de un creyente a otro, así como los estímulos que admitirían o no, tanto como varían las cosas que un creyente está dispuesto a admitir como fenómeno religioso, ya que así como hay algunos que no hay  nada "raro" que ocurra que no sea signo de Dios, otros no admitirían como objeto religioso más que una experiencia puramente interior.
Parece el terreno ideal para locuras de toda especie. Es normal: en la religión pueden vivir lenguajes reacios a toda verificación, sin que haya un criterio "objetivo" para decirles "eso ya no es religión, es locura". Hay católicos en la actualidad que están absolutamente dispuestos a seguir manteniendo una lectura literal del Génesis, si la oportunidad cultural se presenta, es decir que los cambios en los paradigmas científicos, el incontestable avance en el conocimiento de los fenomenos físicos, etc, sólo los ha vuelto apocados y tímidos a la hora de expresar su convicción, pero no les ha hecho perder la percepción interior de que Dios "amasó barro", etc. y sienten que eso es en algún punto literalmente cierto.
Pienso que el caso de la falsación debe tratarse en cada religión por separado, aunque haya notas comunes al "espíritu religioso" como tal. En el cristianismo, la acomodación a nuevos paradigmas de conocimiento es algo que ha ocurrido siempre; con todas las resistencias que pueda haber en cada época, pero el cristianismo ha admitido oficialmente siempre el paradigma de imagen del mundo que cada época le brindó, viniera de donde viniere. Luego de la ruptura del siglo XVI, el catolicismo mantuvo esa tónica, mientras que al protestantismo, con su dinámica interna de la "sola scriptura" le ha costado más, aunque todos sabemos hasta qué punto la teología protestante ha sido tan "abierta al mundo" como la católica, y en algunos momentos más.

Entiéndase: no estoy diciendo que todos y cada uno de los católicos tiendan a admitir los paradignas de conocimiento de su época... eso no sólo no es así, sino que es más bien al revés, por la natural tendencia del espíritu religioso a la conservación y el inmovilismo. Pero bajo todos los conflictos que se quieran, el catolicismo (al igual que las formas más estructuradas del protestantismo) están dispuestos a admitir en su dogmática los datos que vienen de los paradigmas de conocimiento del mundo en cada época.
Wellhausen postuló a fines del siglo XIX la teoría más acabada sobre los estratos documentales de los primeros libros de la Biblia (y que por tanto destronó para siempre a Moisés como autor de esos libros); esa teoría, con enormes modificaciones, aun vige. No se trata sólo de un par de asertos teóricos literarios, sino de la admisión en el seno de la teoría de la composición bíblica del paradigma moderno de la evolución. Naturalmente, en el momento fue rechazado y resistido por todos, sin embargo dejó escrito: «Las iglesias rechazarán primero mi teoría durante cincuenta años, para admitirla después en su credo con argumentos más o menos sutiles.» Lo cual es literalmente cierto. En el caso de los católicos, no decimos en el Credo que "creemos en la teoría de Wellhausen", pero rechazamos como impropia de la fe la forma de leer la Biblia que no admitiera en su seno la evolución de las formas literarias, y en general una teoría de la composición fuertemente ligada a los criterios de nuestra época.

Si hiciéramos una lista de todos los "credenda" (pero de todos los reales, que son muchos más que los artículos del Credo), que incluyera cosas que para el creyente forman indisolublemente parte de la fe, aunque no estén en el credo, como los milagros y fenómenos extraordinarios, la capacidad intercesora de ciertos objetos y de ciertas personas, la cuestión de los tiempos sagrados en oposición a los profanos, los modos de vestir sagrados.... ¡todo eso también son credenda de una época, en la medida en que la fe los percibe como ligados indisolublemente a su Credo! Si hiciéramos una lista tal, exhaustiva, yo creo que no encontraríamos dos puntos en donde viéramos las cosas del mismo modo que hace veinte siglos, ni diez, ni dos. Es difícil saber qué le da continuidad a una religión: no es ciertamente la interpretación de la fe, por muchos protestos de identidad que hagamos los creyentes; no son tampoco las costumbres. No es nada evidente. Lo único que parece permanecer como signo de identidad es la formulación. Quizás la mejor síntesis sea la de san Pablo: «con el corazón se cree, con la boca se profesa» (Rm 10,10).

Resumiendo: la no-falsabilidad de la religión tiene que ver con su extrema variabilidad. No puede falsearse, pero cambia tanto, que en la práctica su propio desarrollo es una autofalsación.
El creyente vive esto sin apenas hacelo consciente nunca. Pero es, como señalé, terreno abonado a toda locura lingüística, ya que como la profesión de la fe tiene un papel tan central, también lo tienen los documentos, la fijación de fórmulas, y todo aquello que da una impresión de inmovilidad que no es tal en lo profundo, así que siempre se encontrará un documento que diga que lo que el creyente cree hoy es herejía y anatema. En el canon 36 del Concilio de Elvira (año 305 aprox), por ejemplo, dice literalmente: "no se coloquen pinturas en las iglesias, para que no se conviertan en objetos de adoración y culto", ¿no es eso acaso iconoclasia, en el más estricto sentido? si hasta parecería una formulación "reformada" si no fuera porque Lutero cargó repetidamente contra los iconoclastas, a pesar de que su iglesia resultó volverse iconoclasta más tarde...
Cuando los "tradicionalistas" actuales dicen que la Iglesia post Vaticano II adoptó todas las tesis condenadas en el Syllabus y el juramento antimodernista, no les falta razón en la letra, el sentido que le damos a muchos dogmas tiene que ver con percepciones que tienen relación con el modernismo. Pero la Iglesia es lo que ella misma es a cada momento, y por tanto no hay fe de la Iglesia fuera de la Iglesia, sea cual sea la tesis que ella formule sobre un tema. La continuidad de la fe no es idéntica a la continuidad del sentido de las fórmulas, aunque las fórmulas son lo único que garantiza esa identidad. Paradójico, es verdad, porque podemos ser «apostólicos» sin que nada de lo que formulamos lo sea en el mismo sentido en que lo formularon los apóstoles... pero puesto que ninguna autoridad de la Iglesia dirá nunca esto con claridad, ahí está el terreno libre para albergar toda especie de fijistas e inmovilistas convencidos de que se puede (es más: que se debe!) poner cercos al viento.

domingo, 11 de agosto de 2013

Lógica de locos


Decía en otro post que algunos sitios tradicionalistas me parecen estar bajo una lógica de locos. Es fácil de percibir, pero difícil de definir qué es esto de una "lógica de locos". Los locos tienen en algunas épocas buena prensa, en el romanticismo era sinónimo de profundidad, y Nietzsche pone en boca de un loco uno de los fragmentos cumbre de su Zarathustra: la revelación de la muerte de Dios. Muchos siglos antes de ellos, ya Platón respetaba la "manía" como un estado proclive a la revelación divina, e incluso en muchas culturas la locura estuvo asociada a la manifestación viva de los dioses.
Locura y religión son parientes próximos, los dos someten al lenguaje a una torción extrema, al límite, digamos, por lo que la religión puede parecer a muchos "cosa de locos" y es a su vez terreno para que crezcan a su amparo, como hongos, locos de muchas especies.
En realidad quien quiera decir que la religión es una forma de locura lo tiene casi servido: efectivamente funciona en muchos casos al margen de la lógica racional, en una paralógica. Freud la consideró una "psicosis colectiva"1, caracterización bastante equívoca, del momento en que la psicosis, en la concepción freudiana, sumerje al yo en un lenguaje propio y exclusivo, por lo que es, por principio, refractaria a la colectivización; pero Freud odiaba profundamente el fenómeno religioso, como para andarse con miramientos lógicos en este punto.
Lo cierto es que la religión parece proclive a muchos de los mecanismos que normalmente asociamos a la locura: conspiraciones, poderes ocultos, validación puramente lingüística de la realidad, rechazo de la experiencia como criterio último de verdad, y otros. Cada uno de estos puntos puede y debe ser aclarado.
¿Qué hace que la religión no sea una locura? o preguntado de manera más existencial: ¿qué veo en la religión que, a pesar de considerarme medianamente cuerdo, adhiero a ella?

-A mi entender, el espíritu religioso tiene preferencia por la conservación, por la tradición, por la estabilidad, por la inmutabilidad, y es normal que sea así: del momento en que su objeto no está disponible en la experiencia sensible, lo único que puede asegurar la identidad es la permanencia de un conjunto de símbolos, de signos codificados, de rituales repetidos minuciosa y eficazmente. Como en el conocido fragmento de Kafka: «Leopardos irrumpen en el templo y beben hasta vaciar las copas sacrificiales; la escena se repite una y otra vez; finalmente puede predecirse, y deviene una parte de la ceremonia.» 2
Esta preferencia, necesaria a la identidad, puede ser confundida con "mero inmovilismo", y ciertamente atrae como moscas a la miel a aquellos que lo que buscan es el inmovilismo como forma de asegurarse su propia identidad personal en el caótico mar de mutaciones y éxodos que es la existencia del ser humano "normal".

-La vivencia del entramado metafísico de un Bien que se realiza en una lucha siempre en riesgo de perderse, simbolizado en el "plan de Dios" y el "plan del Maligno", puede ser confundida con una "mera conspiración", e incluso atraer a todos aquellos que buscan explicaciones seguras y no falsables a la relatividad y el cruce de opiniones que nos atenaza: siempre se puede explicar cada opinión divergente por algún "lobby" que la sustenta y promueve, en vez de reconocer lo más simple: que no todos verán las cosas del mismo modo, sobre todo si parten de principios distintos, y que vivimos en un mundo donde nadie está obligado a ver nada que no quiera ver, ni a asentir a nada que no desee asentir, y que en definitiva, el único medio con el que cada hombre cuenta para transmitir "la verdad" (es decir, lo que él percibe como verdadero) a los demás es la persuasión....

-La validación puramente lingüística de la realidad en la religión es evidente: las realidades de las que habla no tienen entidad sensible, sólo se accede a ellas con palabras, así que sólo en la palabra pueden ser del todo verdaderas. A una religión le es tan esencial un «credo» como a un pintor el color, o a un músico el sonido. Hasta en una religión dogmáticamente simple como el Islam se requiere la profesión de una fe lingüística (la unicidad de Alá, su grandeza y trascendencia) para pertenecer a ella.
No hay terreno donde una "lógica de locos" se pueda sentir más a gusto que en donde se discuten credos: dan la impresión de ser objetos puramente lingüísticos, que no sólo no referencian a experiencias, sino que tienen dominio sobre ellas: las pueden realizar con sólo enunciarlas. Recuerdo un ejemplo que me quedó particularmente grabado: estaba cursando (veintitantos años) Mariología en la facultad, y el profesor (ahora obispo), hombre muy serio, piadoso, y riguroso con el estudio, explicó sin sonrojarse que muchos -entre los que estaba de acuerdo, naturalmente- se movían para conseguir del Vaticano que declarara la virginidad de san José... ¡cómo si una declaración dogmática -unas palabras- de algo que nunca se ha creído en la Iglesia, de lo que no hay ninguna tradición ni referencia a ninguna creencia habida a lo largo del tiempo, pudiera fabricar ante nuestros ojos esa realidad! Es cosa simplemente de formular la realidad tal como debe ser, y ya eso la realiza... !!! Los rabinos dedican un apartado del Talmud a las "oraciones inútiles", entre ellas pedir por que el hijo nazca de tal o cual sexo, cuando ya se está en el embarazo... sano criterio religioso darse cuenta que las palabras no crean la realidad, la nombran, la penetran, la revelan, pero no la crean.

Hay un paso débil entre la inefabilidad del objeto de la religión, y el considerar que lo que es imposible de nombrar acabadamente lo estará mejor cuanto más estrambótica y absurda sea su formulación. Termino de momento en esto, que seguirá y se complicará al infinito.


1 Así, por ejemplo, al pasar, en la última de las Nuevas Lecciones de Introducción al Psicoanálisis, pero también en muchos otros pasajes, en especial recuerdo esta idea en «El porvenir de una ilusión», aunque no si allí usaba para la religión las específicas palabras de «psicosis colectiva»
2 Esta preciosa intuición está en sus Diarios (10 de noviembre de 1917), y carece de contexto, así que puede usarse para cualquier cosa, para fundamentar, como para mofarse de la religión. De hecho, la he leído citada en las más dispares elaboraciones.

jueves, 8 de agosto de 2013

De sitios tradicionalistas

Yo no soy un tradicionalista (en sentido eclesiástico, me refiero); es más, creo que lo que de auténtico contiene el nombre "tradicionalista", ya está contenido en la palabra "católico", y lo demás termina ideologizando la tradición, y no me interesa, por muchas verdades parciales que pueda contener. Sin embargo, ese es un motivo personal para no adoptar un tradicionalismo, pero no me impide comprender que hay cierta "sensibilidad tradicionalista" y que se expresa desde lamentables formas cismáticas, como la de Mons Lefebvre, hasta los intentos de vivir esa sensibilidad en plena comunión con la Iglesia.

Reconozco que eso último es muy difícil, y que la vía fácil del cisma es atrayente para cualquiera que esté en esa posición.
Es difícil ante todo por razones internas a la propia sensibilidad tradicionalista: el tradicionalismo siente que posee un acceso inmediato a la voluntad de Dios, en tanto esa voluntad se expresó de manera clara en determinados documentos pontificios, por tanto, nuestra "sensibilidad discutidora", el hecho de que los demás no veamos como claro e inmediato algo que ellos ven como claro e inmediato, resulta no sólo errado, sino incluso blasfemo. Por otra parte, si hay algo que rehúye nuestra sensibilidad actual, "a la moderna", es que alguien se atribuya hablar desde lo absoluto, así que también por nuestra parte hay dificultades en integrar la sensibilidad tradicionalista. Por los dos lados es muy difícil.

Para embarrar aun más el panorama, los que se muestran en el amplio mundo del web como representantes del tradicionalismo, dejan tanto que desear a nivel de testimonio religioso en esas webs, son tan flagrantes las críticas despiadadas, sin ningún viso de comprensión por el hermano (supuestamente) descarriado, que más que tradicionalistas parecen simplemente enajenados mentales, aferrados a la pobre certeza que les dan unos documentos, por el hecho de que son viejos.

Este es un juicio de valor muy general, por tanto muy injusto seguramente hacia individualidades concretas, pero es un juicio que se basa en mi experiencia, habla de lo que yo me topo permanentemente cuando leo sitios tradicionalistas. En general ni siquiera trato de discuitir en sitios así, porque creo que con el loco no se discute, se reza por él, que es todo lo que podemos hacer.

Toda esta reflexión viene a cuento de que encontré ¡por fin! en la red, un sitio tradicionalista que creo que es de verdad tradicionalista -es decir, exponente de una "sensibilidad tradicionalista"-, de verdad católico -es decir, ni solapada ni abiertamente cismático-, y que habla desde lo que su autor percibe como la verdad interna del tradicionalismo, y no desde la falsedad de los demás.

El sitio está en italiano, pero no tiene ninguna clase de dificultad su lectura, es un italiano muy sencillo. Los dejo con un par de post recomendados:

Respuesta a un lector que le cuestionó la utilidad de sitios tradicionalistas

Los tradicionalistas bergoglianos  (interesantísimo, sobre todo porque el adjetivo "bergogliano" le debe haber dado urticaria a más de un tradicionalista)

Cuando estaba por pegar este post, veo que en el sitio que comento acaba de aparecer un nuevo post, comentando ciertos ecos que tuvo su post de ayer sobre los "tradicionalistas bergoglianos". Este nuevo post me reafirma de lo dicho más aarriba, y aprovecho para extraer un párrafo, que expresa mejor que yo lo pude hacer, la diferencia entre sitios tradicionalistas enfermizos y auténticos:

«Termino desaconsejando vivamente frecuentar esos sitios de internet que, a pesar de declararse fieles a la Tradición, en realidad son nocivos para las almas, porque las alejan del Evangelio. Entre otras cosas, son a tal punto pesimistas, rabiosos y melancólicos, que se arriesgan a meter en depresión a los lectores incautos :-) No se trata de ser "optimistas", se trata de tener esperanza y fe en Jesucristo, el cual ha prometido que las puertas del infierno no prevalecerán jamás contra la Iglesia.»

jueves, 1 de agosto de 2013

«Alzóse Satán contra Israel, e incitó a David a hacer el censo del pueblo» (1Cro 21,1)

En Enlace Católico, un sitio católico "conservador" (no es que me interesen esas categorías, pero es importante para entender esto de lo que habla su post y sobre él el mío) están exultantes por lo favorables de las estadísticas de la cuestión religiosa en el mundo, en el período 1970-2020 (nada menos).

Resulta que "el centro más autorizado de estadística religiosa del mundo, el Center for the Study of Global Christianity de South Hamilton (Massachussetts)" (cito literal, y no me hago cargo de la veracidad de la valoración) ha dicho, números en mano, que la religión está creciendo en el mundo, excepto en Europa (por eso a mí no me lo parece).

Lo primero que tengo que agregar es que mi mala suerte es terrorífica: yo no soy europeo, sólo trasplantado, pero basta que yo me trasplante para que todo lo bueno ocurra fuera de mi maceta: desde la bonanza económica hasta el crecimiento de la religiosidad, en fin, serán cosas del karma (ay, perdón).

Volviendo a las encuestas, estamos llegando ya casi al techo de religiosidad: estamos en un 88% de personas que se declaran religiosas, y de seguir así, en el 2020, estaremos en un 90%. Me alegro que hayan parado la encuesta en 2020, no sea que lleguemos al 100%, y no quede nadie para culpar de los males del mundo.

Bueno, aunque llegáramos al 100% de religiosidad, para evangelizar siempre quedará, porque de toda esa apabullante cantidad de gente religiosa en el mundo, sólo poco menos del 30% es cristiano, aunque en 2020 seremos ya el 33,3% (los números con coma siempre son más creíbles en las encuestas, no sé exactamente por que). De todos modos, no lo estamos haciendo tan bien como parece: en el mismo período también crece la cantidad de musulmanes.... mal, muy mal.

Hasta aquí numeritos, creíbles o no, relevantes o no. Lo más importante del artículo es la interpretación de los hechos. ¿Por qué crees tú, lector, que crece la gente religiosa (y decrece, por tanto, la no religiosa)?
Sí, lo has adivinado: porque la gente religiosa tiene más hijos, y cuanto más religiosa, menos anticoncepivos y abortos, más hijos, ergo, más población religiosa.

Por si no lo sabías: las familias religiosas nunca dan hijos no religiosos, esos vienen de otra planta. Naturalmente, eso nos debería llevar a la pregunta por el verdadero clima de alarma que siembran las páginas religiosas acerca del futuro del mundo, siendo tan prometedor el horizonte, pero no parece que eso desvele a nuestros amigos de Enlace:

"Estos datos ofrecen un cuadro distinto al bombardeo mediático sobre la secularización y el declive de la religión, que intercambia la Europa Occidental con el mundo. Nos dicen también que la religión, como otras realidades sociales, está estrechamente relacionada con la demografía. Las religiones avanzan y las formas más conservadoras de la religión superan a las progresistas, por una serie compleja de motivos entre los que aparece el dato según el cual una pareja religiosa y conservadora tiende a tener más hijos. Las grandes agencias y poderes que promueven la secularización conocen perfectamente estas estadísticas." (el destacado en negrita es del original)

Y ahora viene la conclusión, de la que aun estoy tratando de entender cómo se deriva de las premisas:

"Es la razón por la que, aparte de dar mucho bombo en la cultura popular a novelas como “Inferno” de Dan Brown, insisten tanto en las políticas anti-natalistas. Porque saben que, a pesar de todas sus consideraciones triunfalistas sobre la secularización obligatoriamente vencedora – es para ellos una bomba de relojería que ya ha comenzado a funcionar. De diez niños que nacen en el mundo, nueve nacen en familias declaradamente religiosas, y seis nacen en un contexto que o se es cristiano o musulmán. Mientras que “los progresistas” y los fans del laicismo tienen cada vez menos hijos."

Pero entonces los secularistas, además de estar del lado equivocado, son verdaderamente idiotas (puesto que "conocen perfectamente estas estadísticas"): cada anticonceptivo que venden, es una palada más de tierra sobre su propia cabeza, no merecen ser considerados ni siquiera "enemigos", ¿quién puede todavía lamentarse con semejante perspectiva? Si yo fuera secularista, me dejaría de tonterías como vender anticonceptivos, y pasaría a dedicarme a una actividad más placentera (aunque también agotadora), como es tener más hijos: se supone que si los hijos de las familias religiosas son religiosos, será que los de las familias secularizadas son secularizadas, salvo episódicos trasvases por "lavado de cerebro" (siempre lavado de los secularizados a los religiosos, obvio).

Este profundo nivel de razonamiento socio-teo-demográfico me dejó sin palabras, pero tengo una pregunta, que a lo mejor alguien lector más asiduo de Enlace Católico que yo me puede despejar: ¿qué tiene que ver Dan Brown en todo esto?