miércoles, 23 de octubre de 2013

La inversión explicá

Ay ay! si Hernán no lo entendió, estoy como Houston, tengo un problema... Dices:
"fórmula bastante parecida a la inversión posmoderna"
Todo muy bien, pero no acabo de veo cómo encaja eso, no habías hablado de ninguna inversión posmoderna sino de la inversión cristiana ¿Estás poniendo que el -digamos- posmodernismo está revirtiendo la inversión cristiana y volviendo a la formulación pagana? No lo veo.

Contesto a este comentario en un nuevo post más que nada por la extensión de la respuesta.

El artículo tiene trampa: parece que va a hablar de la inversión cristiana, pero el centro es la inversión posmoderna:

El amor es un dios --> Dios es amor --> El Amor es Dios

La inversión posmoderna no es exactamente una reversión, sino una recuperación en un nivel de mayor profundidad de la verdad contenida en el paganismo. Hemos acompañado al mundo mezclándonos con él (en instituciones, formulaciones, políticas, etc) y propiciando el descubrimiento de una dimensión de mayor profundidad, de la que el propio mundo es capaz; y ese acompañamiento ha dado un grandioso fruto: un mundo que ha quedado habilitado para encontrar a Dios por sí mismo, en el mismo lugar donde antes encontraba al ídolo.
Llegados a un punto, el mundo puede ahora invertir la fórmula cristiana, y en esa inversión adquirir su completa autonomía, ya que el amor es una experiencia que se realiza en todos los seres, en diversidad de grados, desde lo más mínimo, y no requiere de ninguna convicción ni afirmación previa, externa, trascendente, ni de nada que lo motive o suscite. Posiblemente haya que decir que es el primer trascendental del ser viviente: donde algo vive, ama.

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Algunos autores señalan que la pérdida de la fe cristiana como base de la sociedad [occidental] no hará sino propiciar el retorno del paganismo. No tomemos los subproductos tribales, sino los grandes autores de esa línea, como son un Chesterton o un Belloc. Este último lo plantea con todas las letras, en un ensayo de 1913 (quizás me equivoque de año, poco más o menos) realmente apasionante: «El estado servil». Su tesis es que la retirada del cristianismo [como base de las instituciones de Occidente] traerá necesariamente el retorno de la institución básica del paganismo: la esclavitud; ya que los valores paganos no están pensados para ser ejercidos por una gran cantidad de seres humanos, sino por un pequeño núcleo de ciudadanos, que requiere una ingente masa de esclavos a su alrededor.
Eso lo desarrolla de manera muy sugestiva, con multitud de ejemplos, muchos de los cuales los vemos realizarse en el estado neoliberal a la vista de todos. No se ha restaurado la palabra "esclavo", pero en muchísimos aspectos la evolución del mundo 100 años después de esa obra parece darle por completo la razón.
Por mi parte soy un fan de ese escrito, sobre todo porque me parece visionario en lo fenoménico. Sin embargo creo que en lo profundo contiene un fallo fundamental: suponer que en la historia ocurren repeticiones exactas. Ocurren, sí, recuperaciones, pero no repeticiones. Tal vez le cabría a ese fenómeno el nombre de "repetición", pero sólo en el sentido kierkegaardiano del término, es decir: repetición en otro nivel, en una nueva dimensión de realidad.
Por supuesto que no es fácil hablar de estos temas ahora, puesto que nos encontramos apenas en la posmodernidad, y una época postotra es apenas una nada con un impulso uniformemente acelerado. Sin embargo creo yo que el descubrimiento que el mundo va haciendo de que "el Amor es Dios", contiene esa repetición con salto de nivel que permite augurar la epoca futura con algo de esperanza (humana), no exenta, desde luego, de ambigüedad.
Tomo la fórmula "el Amor es Dios" de Bergman, porque la expresa con claridad. No es, desde ya, el único poeta que a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI ha cantado el advenimiento de algo que no sea ya postotro. El cine de Bergman me parece especialmente revelatorio en ese punto, y la fresa del postre es el uso literal de la fórmula invertida, tan cercana a ese lenguaje de la encíclica de BXVI, lejana por lo demás a Bergman en el tiempo, el espacio y el entorno espiritual.

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De todos modos yo no estoy especialmente interesado en el destino de este mundo. Me da lo mismo si dura un año que cien mil. Lo que sea que se haga en este mundo deseo que se haga desde la mayor verdad posible, pero si el mundo desea restaurar la esclavitud, y comerse unos a otros con ensalada, allá ellos. Como cristiano no soy ciudadano de este mundo en sentido estricto, sólo tengo que soportar sus contradicciones. Pero sí me preocupa la cuestión por dos aspectos:

-Porque se nos encargó el mundo por algunos siglos, unos 14 (si tomamos muy imprecisamente del V al XIX), y es de malnacidos lavarnos las manos de las contradicciones en que queda encerrada la posmodernidad. Suponiendo que fuera cierta la tesis de Belloc (y que el catolicismo tóxico internético da por excelente sin siquiera molestarse en pensarla), muy mal lo hemos hecho del momento en que nos retiramos y todo (supuestamente) se cae y revierte hacia el sinsentido. Si llegara a tener razón Belloc en lo profundo, la tiene contra la verdad de todo lo que afirma el catolicismo tóxico como grandes realizaciones cristianas del pasado.
Por el contrario, lo que afirmo es que nuestro paso por el mundo, nuestra apuesta por la inversión del paganismo, preparó el terreno para una repetición en un nuevo nivel, para una inversión que abre las puertas a una convivencia humana de otra especie, que no es la del paganismo, aunque no me chupo el dedo: no digo que eso esté ya a la puerta, ni mucho menos que se vaya a lograr automáticamente.

-El otro aspecto que me preocupa es en qué medida seremos capaces nosotros, en el mundo pero no-del-mundo, de acompañar a este mundo en su proceso de identidad. Siendo ante todo capaces de mantener la nuestra, de convocar (especialmente por contagio) a otros al anticipo del Reino y su específica alegría, sin convertirnos en los amargos aguafiestas que contraponen una civilización a otra, lo que además implicaría la enorme mentira de confundir el Reino con una conquista social y cultural.

1 comentario:

  1. Quedó mucho más claro, para mí al menos (así que me alegro de haber preguntado), gracias.
    Más claro, y también más audaz y espinoso -no digamos de caer con estos planteos en InfoCatolica (los aullidos de repulsa congestionarían la red) pero, digamos... un Ratzinger, no termino de ver que esté muy en línea.
    De Belloc leí otros, pero creo que "El Estado servil " no, anoto- la verdad es que B nunca me cayó muy bien.
    "nuestra apuesta por la inversión del paganismo, preparó el terreno para una repetición en un nuevo nivel" La duda (obvia) es si cabe al cristiano le cabe festejar esto, imaginar que ese "grandioso fruto" y esa "completa autonomía" es una especie de progreso o de resultado providencial - o sólo una problemática aplicación de aquello de que "Dios saca bien del mal".
    También (a cuento de lo que decíamos sobre "civilización" vs "civilizaciones") se me hace que esta interpretación requiere (no es que me oponga) una mirada historicista, en el sentido de ver la historia de la humanidad casi como la vida de un organismo unitario. Y también, sobre lo de no "confundir el Reino con una conquista social y cultural", me pregunto si aquel progreso y aquel fruto debe imaginarse como un aporte específicamente cristiano, y, en este caso, en qué relación estaría con respecto al "anticipo del Reino".
    En fin, notas, nada que requiera respuesta.

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