lunes, 7 de octubre de 2013

La verdad de los otros

Justo iba a escribir sobre una cuestión que incluye los benditos "malentendidos" de los que habla Hernán esta semana, y que recomiendo. Es natural: el círculo de problemas en que cada uno se mueve tiene mucho que ver con lo que está sucediendo en la Iglesia.
Yo me había quedado pensando en la frase del papa volviendo de Río:
«Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella esto. Dice que no se deben marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia.»
Y se me juntó con la reflexión de un blog norteamericano que trajo también Hernán hace un par de semanas: en la Iglesia no hay lugar para Sarah. Una transexual que quisiera creer y practicar su fe católica, ¿qué podría hacer? Una pareja de homosexuales que hubiera adoptado un hijo, ¿lo podría mandar al catecismo? no digo legalmente, sino humanamente, ¿lo podría enviar sin riesgo de que le quieran "cambiar la cabeza" al chico?
Precisamente pasó algo así esta semana: estábamos en reunión de catequistas hablando del tema de la semana, que tenía que ver indirectamente con la familia, ya que estamos entrando a "La Iglesia, familia de Dios", y una catequista de mucha rectitud, comentó que en su grupo había un chico "con dos papás". Yo le repregunté por ver si había entendido bien: ¿papá 1 y papá 2 simultáneamente, o hijo de padres separados con nueva unión, y por tanto con un papá y un "nuevo papá"? finalmente no me quedó del todo claro, porque a esta catequista todo le parece un mismo moderno horror, así que no me llegó a dejar en claro de lo que hablaba.
Lo que me llamó la atención y me hizo acordar al caso de Sarah del blog norteamericano es que la catequista dijo que ella "le dijo la verdad  al chico", porque nosotros "no tenemos que andar siendo cómplices de la mentira". Dio por hecho que yo sabía a qué verdad y qué mentira se refería ella, y los demás estaban un poco distraídos cuando se armó ese subdiáologo en la charla general.
Pero yo no sé a qué verdad se refería, porque no me imagino teniendo que decirle a ese chico ninguna verdad sobre su familia, que no salga de su propia familia, y en los límites en que su familia quiera explicarse. Es decir, yo puedo tener toda la metafísica de la familia que me parezca acorde con el relato de Adán y Eva y la teología del cuerpo de Juan Pablo II, pero ante un chico que tiene progenitor A y progenitor B, simultáneos o sucesivos, y esos son su familia, la que lo identifica, si yo le voy con "la verdad" sobre su familia, soy un mentiroso, aunque me saque un 10 por tener tan clara la doctrina. La verdad de su familia es su familia, no ninguna otra doctrinaria, ideal, catequística, etc.
Opino que aceptar la verdad de la vida del otro tal como el otro la está viviendo, es el primer paso para abrir espacio a la verdad, que es en definitiva el espacio de la Iglesia. ¿Significa eso que todo da lo mismo? No me parece, o yo no lo sé, no puedo responder a eso. De lo que sí estoy seguro, es que la verdad de Sarah la transexual es la de su identidad reconstruida a partir de su operación, la verdad del chico con progenitores A y B es la de dos papás que lo aman (si es que era ese el caso), la verdad de los esposos en segundas nupcias es la de unas vida recontruidas como se pudo, la verdad de la pareja de homosexuales que tratan de vivir honesta y fielmente es la de un amor de mutua donación, etc etc etc.
Creo yo que sólo sobre la base de aceptar el lugar de verdad de cada existencia humana es posible luego pensar, proponer, e incluso depurar el ideal.
Luego vendrán las famosas "soluciones pastorales" a los distintos problemas: ¿se puede casar por Iglesia Sarah? ¿se puede bautizar el hijo de progenitor A y progenitor B? ¿pueden comulgar Ana y su segundo marido, o Antonio y Rubén? Las "soluciones pastorales" son en definitiva disciplinares, y siempre entrañarán un achicamiento de la perspectiva, sean soluciones "permisivas" o "restrictivas". No se pueden pensar los problemas desde allí, ni tampoco desde el ideal, al cual ninguno alcanza (¡ninguno... tampoco el Hijo Mayor!).
Los problemas, me parece, se deben comenzar a pensar -en el sentido evangélico del término- en la verdad de la existencia de cada persona, en el respeto a lo poco o mucho que esa persona haya podido hacer para poder apechugar con esta existencia en la que fue arrojado para un desafío del que tiene apenas unos pocos años para dar con su clave eterna. Poder apechugar, poder ponerle el cuerpo a esta existencia... ¡no es poco desafío! si no partimos de allí, pienso que no estamos tomando en serio a nadie, ni tampoco a nuestra fe.

2 comentarios:

  1. Me temo que tu fomulación va por caminos demasido alejados de los que manejan estos catequistas y bloggers, al punto de resultar incomprensibles o inaceptables -para estos. Me pongo esa camiseta, y objeto:

    " no me imagino teniendo que decirle a ese chico ninguna verdad sobre su familia, que no salga de su propia familia" ¿Cómo no? ¿Acaso no sabemos los católicos ciertas "verdades sobre la familia" que son universales? Por ejemplo ¿No sabemos que la familia se funda sobre el matrimonio, y que este es -para empezar- la unión de un hombre y una mujer? ¿No sabemos que "así deben ser las cosas" - que es decir "así quiere Dios que sean"?
    Esas frases tuyas de "el lugar de verdad de cada existencia humana" y "la verdad de la existencia de cada persona" y " aceptar la verdad de la vida del otro tal como el otro la está viviendo" son, en el mejor de los casos (si no son puro y simple relativismo), consideraciones más o menos válidas pero que no forman parte de la doctrina a enseñar en una catequesis, que tienen relevancia solamente "pastoral" y que no pueden suprimir las verdades católicas antedichas.
    Respetar la situación vital de un catecúmeno con padres homosexuales no es en esencia diferente a la de un hijo de un ladrón confeso al cual nos toca explicarle los mandamientos. Claro que hay que tener delicadeza a la hora de enseñarle que eso que su papá hace está mal, pero no hay que dejar de enseñarlo.

    (aclaro una vez más que lo de arriba no va como objeción mía; abogado del diablo, digamos)

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  2. Gracias, Hernán, queda claro que no es tu opinión personal. Respondo a un aspecto en el siguiente post (http://snarkia.blogspot.com.es/2013/10/relativamente-relativo.html), pero hay mucho más para decir.

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