viernes, 18 de octubre de 2013

Más de relatividad y relativismo


No puedo resistirme a las objeciones de Hernán, en este caso, comentario a este post:
Nos das lo que juzgas el verdadero significado del relativismo, en lo que tiene de repudiable ("el relativismo es la verdad sofística" ...) pero no queda muy claro que ese significado no sea exclusivamente de tu cosecha. En particular, no queda nada claro que los papas estén pensando en eso cuando condenan el relativismo... por no hablar de los apologetas.
Si preguntas a cualquiera (católico o no católico, de acuerdo o no) qué significa ese slogan de "la dictadura del relativismo" ¿no te dirá, más o menos, esto? : la Iglesia reprocha al "mundo moderno" (o los poderes dominates, o los medios) por impulsar un ideal de convivencia y tolerancia que implica repudiar y reprimir aquellas religiones (como la católica) que pretenden tener ciertas verdades humanas universales y afirmar (sea por argumentos racionales o por revelación) que hay normas morales inmutables que obligan, de derecho, al hombre de cualquier cultura. Para el relativista, "no matarás" es una norma relativa (a la cultura y a la conciencia personal), para el católico es absoluta y obliga siempre.
Esta forma de entender el "relativismo" no parece muy conciliable con tu explicación, y da la impresión de que estás queriendo torcer el significado usual (católicamente usual) de una palabra para tu propio argumento. También parece que la distinción "relatividad" (buena) "relativismo" (malo) te la sacaste de la manga y es artificial, que habría sido más natural y honesto reconocer que "relativismo" no es niguna mala palabra y que el catolicismo se ha equivocado al machacar sobre ella como uno de los males a atacar.
No creo que estos conceptos de relatividad y relativismo sean de mi cosecha, aunque debo admitir que se trata de una elaboración mía; la forma de exponerlo, incluso el modo en que esos conceptos (sobre todo el de relatividad, que es el que me importa) sirven a mi vida, puedo admitir que son míos, pero las ideas que esas elaboraciones evocan, no son mías en absoluto.
Puse tres niveles de relatividad: el primero y el segundo son clásicos:
-el primero responde al lema escolástico «Quod recipitur, ad modum recipientis recipitur» («lo que se recibe, se lo recibe según el modo del que recibe» muy citado, de hecho santo Tomás lo utiliza abundantemente), sus implicancias gnoseológicas, religiosas, éticas, son innegables, y no puede ni remotamente decirse que sea de mi cosecha.
-el segundo es un poco más moderno, pero no cabe duda que me precede; sólo como referencia, a ese concepto se dedica buena parte de «La verdad es sinfónica» de von Balthasar, y ¿cómo más puede encomiarse? no hay documento de la Iglesia (Unitatis redintegratio, Gaudium et Spes, por poner algún ejemplo) que trate del diálogo que no tenga que ver con mostrar la unidad de la percepción bajo la diversidad de la formulación.
-Quizás el más dificultoso en este punto sea el tercero, porque allí, si bien la idea no es mía, la formulación sí que es enteramente mía: la distinción de verdades "de primera, segunda y tercera persona" es un modo mío de apropiarme de la cuestión.
No dicho así, pero lo de verdades de primera y segunda persona creo que lo retomé de Martin Buber (especialmente "Yo y Tú", librito que amo); pero no es ajeno a toda la filosofía existencial ("la subjetividad es la verdad", lema de Kierkegaard, que establece esta cuestión de la verdad "de primera persona"). Llamar a las verdades "objetivas" "verdades de tercera persona" era algo que salía solo, aunque es cierto que no uso nunca esa formulación sino solo las dos primeras.
Pero el concepto como tal, la profundización en al relatividad de la verdad en ese tercer nivel no es en absoluto mío. Para no ponerme a citar judíos, gitanos ni homosexuales, sino gente purasangre, intelectualmente intachables, mira este párrafo de Razinger:
«Hemos visto que en la religión existen patologías sumamente peligrosas, que hacen necesario contar con la luz divina de la razón como una especie de órgano de control encargado de depurar y ordenar una y otra vez la religión, algo que, por cierto, ya preveían los padres de la Iglesia (4). Pero a lo largo de nuestras reflexiones hemos visto igualmente que también existen patologías de la razón (de las que la humanidad hoy en día no es consciente, por lo general), una desmesurada arrogancia de la razón que resulta incluso más peligrosa debido a su potencial eficiencia: la bomba atómica, el ser humano entendido como producto. Por eso también la razón debe, inversamente, ser consciente de sus límites y aprender a prestar oído a las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. Cuando se emancipa por completo y pierde esa disposición al aprendizaje y esa relación correlativa, se vuelve destructiva. Hace poco, Kurt Hübner formuló una exigencia similar, afirmando que esa tesis no implica un inmediato "retorno a la fe", sino "que nos liberemos de la idea enormemente falsa de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy en día, porque contradice su concepto humanista de la razón, la ilustración y la libertad" (5). De acuerdo con esto, yo hablaría de la necesidad de una relación correlativa entre razón y fe, razón y religión, que están llamadas a depurarse y redimirse recíprocamente, que se necesitan mutuamente y que deben reconocerlo ante el otro lado.
2. Esta regla básica debe concretizarse luego de modo práctico en el contexto intercultural de nuestro presente. Sin duda, los dos grandes agentes de esa relación correlativa son la fe cristiana y la racionalidad secular occidental. Esto puede y debe afirmarse sin caer en un equivocado eurocentrismo. Ambos determinan la situación mundial en una medida mayor que las demás fuerzas culturales. Pero eso no significa que las otras culturas puedan dejarse de lado como una especie de quantité négligeable. Eso representaría una muestra de arrogancia occidental que pagaríamos muy cara y que de hecho ya estamos pagando en parte. Es importante que las dos grandes componentes de la cultura occidental se avengan a escuchar y desarrollen una relación correlativa también con esas culturas. Es importante darles voz en el ensayo de una correlación polifónica en el que ellas mismas descubran lo que razón y fe tienen de esencialmente complementario, a fin de que pueda desarrollarse un proceso universal de depuración en el que, al cabo, todos los valores y normas conocidos o intuidos de algún modo por los seres humanos puedan adquirir una nueva luminosidad, a fin de que aquello que mantiene unido el mundo recobre su fuerza efectiva en el seno de la humanidad.» (Conclusión del Diálogo con J. Habermas, 2004)
Aunque por lenguaje no lo parece a simple vista, pero si ahondas en el concepto de "relación correlativa" en el diálogo intercultural que propone Ratzinger, se trata del mismo marco teórico: aportar el correctivo de la verdad "objetiva" a partir de la "verdad vivida".

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Lo que dices en el párrafo segundo ("si preguntas...") es enteramente cierto: los apologetas y demás sujetos tóxicos del ciberespacio católico son esencialmente restauracionistas, es decir, hablan de "diálogo" sólo porque los documentos los mandan hablar de diálogo (como ahora de repente todos se convirtieron en golpeados por la tragedia de Lampedusa), pero es sólo una conversión estratégica, es decir, si la cosa se tercia, piensan que lo mejor es la absolutez católica a la antigua usanza, "qué diálogo, ni qué gaitas", así que necesariamente tienen que rechazar un concepto positivo de relatividad.
Pero como dice una sana advertencia de Kitto en su estupendo ensayo «Los griegos»: cuando quieres saber algo de una época (yo pondría aquí, de una idea, de un pensamiento) hay que preguntarle a los que descuellan, no a los mediocres, «los panoramas deben divisarse desde las cumbres; los bribones, por lo demás, son casi iguales en todas partes...». Importan los conceptos de diálogo de un Ratzinger, de un Rahner, de un Balthasar, de un Buber, de un Camus, de un Levinas, de un Gadamer, de un Marcel; te hago una heterogénea lista de gente que ha abierto conceptos de diálogo que no tienen vuelta atrás, que "obligan" a la relatividad sin relativismo.
Pluralismo, tolerancia, relación correlativa, relatividad dialógica... son conceptos naturales, oscurecidos por algunos siglos, es verdad, pero presentes en todas las épocas creadoras de la historia. Sólo allí donde imperaron esos conceptos -con o sin mi forma de exponerlo- se creó algo con sentido y que aun perdura, ya sea entre los paganos como entre los creyentes.

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En cuanto a lo último:
También parece que la distinción "relatividad" (buena) "relativismo" (malo) te la sacaste de la manga y es artificial, que habría sido más natural y honesto reconocer que "relativismo" no es niguna mala palabra y que el catolicismo se ha equivocado al machacar sobre ella como uno de los males a atacar.

No lo creo: hay efectivamente una manera adecuada de habérselas con la relatividad de la verdad, y una manera relativista, ideológica, tóxica, que viene bien tener distinguida y estar prevenidos respecto de ella. El diálogo, la autentica confrontación de lenguajes (eso es "diá-logos", en definitiva), es un asunto demasiado serio, demasiado necesario a la subsistencia del ser humano, como para dejarlos exclusivamente en manos de quienes acabarían con gusto con él, ya sea por absolutez o por relativismo.

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