jueves, 24 de octubre de 2013

Notas sobre la Inversión

Me decías, Hernán, que las tuyas eran notas que no requerían respuesta. A mi vez me puse a anotar tus notas, y quedaron estas notas, así que haz de cuenta que no son una respuesta :-)

Más claro, y también más audaz y espinoso -no digamos de caer con estos planteos en InfoCatolica (los aullidos de repulsa congestionarían la red) pero, digamos... un Ratzinger, no termino de ver que esté muy en línea.

Jajaja, hombre! la iglesia tóxica no necesita llegar a un post como este para crucificar a gente como yo, con cualquiera de mis anteriores ya tendrían para hacerse un banquete.
En cuanto a Ratzinger, no lo sé, es difícil separar en él la audacia del Pensador de la rigidez del Prefecto y la posterior prudencia del Pastor. Aunque no soy un sistemático seguidor de sus escritos, me da la impresión de que, sobre todo en sus años de pontificado, caminó mucho en la dirección de la admisión de la autonomía del mundo. El texto que cité de su encíclica sobre el amor me dejó en su momento sobrecogido, no sé si se ha calibrado la enorme novedad que representa el incluir el Eros en la serie ascendente del amor divino; y la calificación de "divino" entre comillas indica que no está pensando en el amor divino en el sentido clásico de la literatura espiritual-teológica, sino de una divinidad que se aplica de una manera nueva.
También cuando hablaba de laicicidad (en el sentido político) buscaba expresar la autonomía del mundo, recuerda cuando habló de "sana laicicidad" nada menos que con Sarcoszy!... cuando la iglesia tóxica se llenaba la boca repitiendo que sólo había hablado de "sana" y que por tanto había una laicicidad enferma, no calibró con quién y en qué contexto se estaba hablando de "sana" laicicidad, es decir, a qué estaba llamando "sana" :-)
Por lo demás, la "prudencia pastoral" no sé si debe ser así o no, pero con frecuencia, y sobre todo con los papas, se traduce en una lisa y llana ambigüedad, que permita a cada sector de la Iglesia tirar de la manga de la sotana blanca y quedar casi todos conformes, aunque nunca del todo.

Es verdad que en el fondo todos los creyentes que nos interesan estas cosas aspiramos a la teo-nomía del mundo, no a su auto-nomía. Pero esa teo-nomía tal vez sea alcanzable al cabo de la auto-nomía (unos serán más optimistas que otros en ese punto), nunca al cabo de la hetero-nomía moralinera y tóxica. ¿Y si la teo-nomía fuese simplemente el Reino?
Sobre estas tres creo que trabaja "Moralidad y algo más" de Paul Tillich, aunque lo recuerdo vagamente, no fue lo que más me interesó de él.

De Belloc leí otros, pero creo que "El Estado servil " no, anoto- la verdad es que B nunca me cayó muy bien.
Jajajaja, si, provoca cierto rechazo si uno es un poco sensible. Te cuento una aneda: el primer libro que compré de él fue "Europa y la fe", y solo porque estaba de oferta en la librería Libertador, de calle Corrientes, y compraba tanto por semana y me conocía tanto lo que ofertaban, que estaba aburrido. No conocía al autor. Cuando llegué a casa y lo abrí, y leí "Europa es la fe y la fe es Europa" -la frase inicial- lo odié con toda mi alma. No porque odie a Europa, ni muchísimo menos, pero con todo lo que amo a Europa (al menos a cierta Europa, quizás románticamente ideal), más amo la fe, y no podía leerla así instrumentalizada. Con otro libro lo hubiera simplemente descartado, pero a este lo odié, así que lo pasé a prisión: a sostener un estante enclenque de libros, "no para castigo, sino para reeducación del reo". Llegada una mudanza, años después, reapareció, lo abrí, lo leí con cierta atención, y me cautivó, era ya más grande y podía comprender cierto nivel de ironía -inexpresable en otras palabras- que estaba contenido en la frase dichosa. Ninguno de sus libros, de todos modos, llegó nunca al nivel de fascinación que me produjo la lectura de El estado servil, aunque desde hace unos cuantos años no he vuelto a verlo, porque es difícil de conseguir, y sólo lo he tenido en fotocopias.

* * *
Vayamos a lo más medular de tus notas:
"nuestra apuesta por la inversión del paganismo, preparó el terreno para una repetición en un nuevo nivel" La duda (obvia) es si al cristiano le cabe festejar esto, imaginar que ese "grandioso fruto" y esa "completa autonomía" es una especie de progreso o de resultado providencial - o sólo una problemática aplicación de aquello de que "Dios saca bien del mal".

Depende de qué idea del cristianismo se tenga, cómo se reciba el mandato de Jesús de construir la Iglesia. Desde el punto de vista del Reino, entiendo que es trascendente de manera absoluta; "mi Reino no es de este mundo" lo recibo no en sentido fuerte sino fortísimo. Entenderás por qué no me gusta hablar de "distancia infinita": una distancia, aunque sea infinita, es algo inmanente.
Desde ese punto de vista, sólo nos tocaría algo que tenga que ver con construir este mundo, si Dios lo pide, como parece haberlo hecho a través de "signos de los tiempos" en el siglo IV-V. Fuera de eso, no deberíamos ser como el perro del hortelano, ¿por qué habríamos de sentir envidia de que el mundo busque a Dios y lo encuentre a su manera, y lo refleje en sus instituciones y en su vida a su manera? (esa manera necesariamente va a diferir de la nuestra, si no sería evangelio y no mundo). Dios mismo desperdigó "semina verbi", ¿seremos nosotros los malvados segadores que quitan -o envenenan, intoxican- esa semilla antes de tiempo, sólo porque no nos la dieron a nosotros para sembrar?

Ya instaurará Dios mismo su Reino definitivo, donde sea todo en todos, y lo hará a su manera, tomando de cada uno lo que desee tomar; de nuestra obra -quizás-, pero también de la de los demás: "si yo quiero que se quede aquí hasta mi venida, ¡a ti qué?". No me atrevo a poner ningún límite a su obra, al contrario, me alegra que incluso en lo que parece más alejado de Dios se esté de alguna manera trabajando por el Reino, aun sin saberlo.
A esta comprensión del Reino como absolutamente trascendente le va como anillo al dedo la visión de Papa Francisco sobre la Iglesia en este mundo como restañheridas, como hospital de campaña. Es verdad que su expresión y claridad no llega a la altura de BXVI, pero ¡cuánto ha dicho con solo esa imagen!
Sin pretender haberme adelantado a nada, yo había comenzado a contemplar (lentamente, con muchos años y peldaños) de esa forma a la Iglesia a partir de una frase del cínico Jean-Baptiste Clemence, de la Caída de Camus:
«yo más bien vería a la religión como una gigantesca empresa de lavandería, algo que por otra parte ya fue brevemente, durante sólo tres años, y no se llamaba religión. Desde entonces falta el jabón, tenemos la nariz sucia y nos limpiamos los mocos mutuamente.» (La Caída, creo que jornada V, aunque no están numeradas en la edición electrónica que uso ahora).

¿Cuál es la misión de la Iglesia? ¿hacer presente el Reino en el mundo? ¿de qué manera? ¿transformando el "mundo" en "Reino"? ¿pero es eso siquiera posible manteniendo la trascendencia del Reino? ¿anticiparlo en la forma de "figuras" destinadas a perecer? es MUY difícil articular la misión de la Iglesia con la trascendencia del Reino y con la dialéctica de un hombre que está ya redimido y a la vez es y se mueve en el horizonte del pecado (la gran intuición de Lutero, que nunca le hemos agradecido: "simul justus et peccator", al mismo tiempo justo y pecador).
Este hombre que somos todos, que somos cada uno, produce pecado, a cada paso, pato criollo más que hombre. Este hombre que somos no puede dejar de dolerse y afligirse de su pecado, a la vez que de producirlo. La frase de Isaías que retoma Jesús en el inicio de su ministerio (según Lucas) articula a la perfección la misión de la predicación con la trascendencia del Reino:
«anunciar a los pobres la Buena Nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.» (Lc 4,18-19, de Is 61,1-2)
La cita de Isaías continúa: «para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido...»

En suma, creo que la Iglesia en este mundo está para dar, no para exigir, ni siquiera en nombre de Dios. Entiendo que puedo estar muy equivocado en esto, pero de momento es lo que pienso, y lo que mi pobre experiencia de evangelización me va mostrando que hace presente el poder de Dios. En vez de sonarnos los mocos unos a otros, está la Iglesia para hacerlo, ¡y en nombre de Dios! (venid a mí todos los que estáis agobiados...).
¿Acaso Jesús no exige? sí, Jesús, él puede hacerlo, nosotros, creo que con ofrecer la palabra trascendente en la que él exige, tenemos más que suficiente, a partir de allí, el que pueda con ello, que se sienta exigido, y el que no, consolado. ¿Por qué aguardamos un juicio final, si nosotros lo anticipamos cada día juzgando -con pretendidos criterios religiosos- al mundo y a los otros?

Poco después, la cita de Camus dice: «Le voy a decir un gran secreto, querido amigo. No espere el Juicio Final. Tiene lugar todos los días.» ¿Por qué introduciremos nosotros más juicios, si ya el mundo se juzga y se condena a cada minuto? Lo nuestro no es recordar el juicio divino, sino la Clemencia que lo ha aplazado, el Año de gracia: «La paciencia de nuestro Señor juzgadla como salvación» (2Pe 3,15)

Yo no sé si la inversión posmoderna dará lugar a un "adviento inmanente", a una época de manifestación de Dios. No soy especialmente optimista en nada, y en esto, no tendría en qué basarme para ser optimista, desde luego que no en la historia humana... Aunque si te lo piensas, el elogio del Martirologio Romano del 25 de diciembre, el precioso y antiquísimo pregón navideño (las Kalendas), dice:
«estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su piadosísima venida, concebido del Espíritu Santo, nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judea, hecho hombre, de María Virgen»
¿No es una belleza? ¿Por qué no va a poder el mundo alcanzar -aunque sea inmanente y provisoria- su paz? ¿por qué no se va a manifestar Dios, que tantas veces en la historia, desde la Creación hasta ahora, se manifestó 'polymerós kai polytrópos', de muchas maneras y modos, como dice Hebreos 1,1? No estoy hablando de Milenios, no creo en ellos, pero sí creo en la verdad contenida en el ansia mundana de milenios: la manifestación de Dios es posible -aunque no definitiva- en este mundo:

«La vida es la tarea del hombre en este mundo,
Y así como los años pasan, así como los tiempos hacia lo más alto avanzan,
Así como el cambio existe, así
En el paso de los años se alcanza la permanencia;
La perfección se logra en esta vida
Acomodándose a ella la noble ambición de los hombres...»

Un poema de Hölderlin que lleva el significativo título de Zeitgeist (Espíritu del tiempo, sabes que me es una expresión predilecta, precisamente la conocí en su momento con esta poesía)

No creo que debamos mirar con rabia ni con envidia si el mundo progresa por sí mismo -si es que progresa-, y más bien con pena que con espíritu de "ya lo decía yo", si no lo hace. ¿Festejar? ¿por qué no? ¿no festejamos que se descubran vacunas, a pesar de que todo eso consolida la autonomía del hombre, e incluso lo aleja de los motivos (falsos) con los que la religión infantilmente lo tuvo retenido por siglos? ¿no consagran los descubrimientos científicos la sensación de que Dios no es necesario? y sin embargo los festejamos.
Es verdad que quizás algunos los festejan con espíritu de "Dios escribirá seguramente derecho incluso con esas líneas torcidas", pero creo que lo podemos festejar en su verdad: si cae una falsa imagen de Dios, es porque queda preparado el terreno para una más verdadera. Si perdemos poder, ganamos verdad, en fin, de todo punto de vista, la autonomía del mundo, sin ser la verdad trascendente, sin ser el Reino, es una ganancia y un acontecimiento de gracia para todos, entre tanta desgracia, aunque solo nosotros nos demos cuenta de ese aspecto de ser "de gracia".

Lo que sigue en tus notas, creo que está ya contenido aquí.

8 comentarios:

  1. Yo tengo una duda:
    Cuando hablas de la Iglesia y de su misión y del "neopaganismo" ... ¿Cuál es la frontera? o ¿Hasta dónde llega la Iglesia? ¿Hasta las denominaciones orientales, como me enseñaron?
    ¿o incluye protestantes y otros cismas?
    Probablemente Bergson sea entusiasta admirador de Jesús, ¿No será que su inversión no sea tan pagana?
    ¿Los cristianos francotiradores solitarios como yo, como los tolstoianos... somos paganos?
    Y si no hay frontera... ¿Qué ocurre?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bergson=Bergman ;)
      "entusiasmo" etimológicamente significa llevar un dios adentro.

      Eliminar
    2. Primero lo primero: "neopaganismo" no está en mi vocabulario, y te daras cuenta de que uso las palabras con cierta precisión, así que si me preguntas por una, que sea por una que uso, no por una que no uso. La habré usado algunas veces, quizás, pero en contextos específicos; cuando me refiero al ámbito de lo que no es la fe, uso casi invariablemente "mundo", en el sentido joánico; bueno, en uno de los sentidos joánicos, en el de "el mundo no lo conoció" (Jn 1,10c). Creo que no hace falta ningún otro término para describir lo que es la no-fe: está la fe, y está el mundo.
      Recién estaba esperando a un sobrino en una estación, y tenía sentados al lado dos musulmanes, que hablaban entre ellos en español, uno estaba bien vestido, y al otro se lo notaba más pobre, se ve que no estaban juntos, sólo era una charla ocasional; hablaban a grandes rasgos de las cuestiones del mercado laboral aquí, en Italia, en Francia, en Bélgica, se ve que eran itinerantes los dos; y uno de ellos señalaba con naturalidad cómo Alá se ocupa de su gente, y contaba que nunca le había faltado la comida, a pesar de las veces que tuvo reveses económicos. En fin, en muchos aspectos fue una charla hermosa, en la que me hubiera gustado participar. Ahora bien, si Dios se ocupa, en su providencia, de cuidar a cada uno de sus hijos, no ya de otra confesión, sino de otra fe completamente distinta, y ellos desde esa experiencia lo confiesan como Dios verdadero, ¿cómo voy yo a dudar de que hay allí auténtica revelación? no lo duda Dios, ¿lo voy a dudar yo?
      La experiencia de la providencia es la experiencia religiosa fundamental, ella divide el mundo de la fe, del de la no fe; así que si quieres una línea, es esa: quien afirma, no que busca a Dios, sino que Dios lo busca a él, ese no hay duda de que es creyente.
      De todos modos la frontera entre la fe y la no fe cristiana es la confesión de «Jesucristo venido en carne», así que cuando me refiero a la Iglesia, me refiero a eso. Pero por mi parte, cuando hablo de la Iglesia hablo siempre de la mía, la católica, por una cuestión de respeto hacia las otras: no tengo por qué ir yo a interpretarles la experiencia de fe y de Iglesia a los demás, bastante con que me atrevo a interpretar la de mi propia confesión de fe. Si te sirve en algo mi interpretación, hazla tuya, pero yo no puedo salirme de lo que es mi confesión de fe.
      Detesto todas esas clasificaciones de quién es o no es católico, y si es verdadero, dominical, practicante, frío, tibio, devoto, tan católico, muy comprometido, etc. Que cada uno crea ser lo que cree ser, y que en tal caso la Iglesia decida si alguien cabe dentro o no, no me toca a mí decidirlo, afortunadamente.
      En cuanto a Bergman, no fue un pagano, pero se había ido de la fe hacia un nihilismo absoluto, y volvió a afirmar la vida eterna en la experiencia del amor hacia su última esposa, Ingrid Rosen. Te dejo con él, que cuenta su experiencia de manera absolutamente emocionante: http://youtu.be/HUvydj9wQsQ; es la mejor ilustración de la frase «el amor es Dios», en el sentido de la inversión posmoderna, y de esta posibilidad de revelación de Dios en el «mundo».

      Eliminar
    3. Gracias, no me regañes por usar la palabra incorrecta.
      Es que mientras leía tu idea me sentía de los dos lados y de ninguno, es extraño y todavía no me queda claro. Para mí es más sencillo, toda verdadera "autonomía"en el sentido de que no es idólatra es tierra fértil para la "teonomía" y se coloca "a la espera de Dios", como diría S. Weil. Para mí esa es la frontera.

      Eliminar
    4. jaajaja, no, no te regaño, es solo una aclaración.
      No me parece incorrecta la línea que trazas, al contrario, pero precisamente porque yo no hago el "corte" por allí, no me gusta "obligar" a los demás a que se incluyan en mi punto de vista.
      En los 50 y 60 Rahner (y otros) había lanzado al ruedo la teología del "cristiano anónimo", apoyándose en las palabras de Jesús de Mt 25,31ss, ponía en el centro el "comportarse como Jesús pide", más que "decir Señor, Señor", por tanto podía ser más cristiano (anónimamente) uno que no conociera a Jesús que uno que lo confesara.
      Esa teología caló hondo, y hoy es casi un lugar común, sin embargo von Balthasar en su precioso librito "Seriedad con las cosas" le hace una crítica mordaz y fundamental (siendo que él defendió a Rahner a capa y espada, así que no había mala leche en la crítica): ¿no podríamos invertir la fórmula y devenir nosotros mismos unos "ateos anónimos"?
      Creo que la llave del asunto es la fórmula de san Pablo: con la boca se confiesa y con el corazón se cree" (Rm 10,10), siempre se requiere dos para que haya hijo, y con la fe pasa lo mismo: ni sola la confesión, ni sola la praxis.
      Eso no implica pretender (al estilo tóxico) que Dios se vaya a ceñir a nuestros criterios para juzgar al mundo, pero a nosotros (a los que confesamos a Jesús venido en carne) nos mandó creer con el corazón y confesar con la boca, y si uno ha sentido ese mandato en el corazón, desobedecería a Dios de no hacerlo.

      Eliminar
  2. Esa visión de la Iglesia como un hospital de campaña es muy bella e iluminadora. Se trata de poner la estructura de la institución al servicio de la difusión de la misericordia de Dios, dejando en manos de la Providencia el resultado de dicho servicio. Sin embargo, esta manera de ver la Iglesia pone en una situación difícil si no imposible los cristianos que viven en medio del mundo de hoy día.
    En la antigüedad los cristianos de a pie, estuvieran o no dirigidos por políticos cristianos, poco tenían que preocuparse de su participación en la política. Esa tarea no era la suya. Hoy día el mundo nos exige la participación en su conformación, es decir nos exige participar en la tarea común de la política. ¿Cómo participar en la tarea común, es decir en la conformación del mundo sin una visión determinada del mismo? Es decir, la autonomía formal del mundo con respecto a la fe es posible y de hecho se da, pero ¿es posible, sin caer en la esquizofrenia o la hipocresía, para los cristianos participar en el proyecto común del mundo sin dejar rastro de aquello que se supone conforma su vida?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Por qué participar sin dejar rastro? deberíamos dejar rastro, cómo no... lo que pasa es que lo que no terminamos de acostumbrarnos es a que una cosa es que nosotros dejemos rastros y otra es pretender que los demás dejen nuestro rastro.
      Por ejemplo, si los demás son más y quieren que a los chicos rubios se los pinte de verde al nacer, y votan y sale una ley... por más que como católico te opongas a semejante vejación de los niños rubios, tendrás que ejercer la persuasión, para que en sucesivas ruedas de votaciones haya más que estén de acuerdo con tu mirada, no puedes pretender que porque la (supuesta) naturaleza de los niños rubios es blanca, no se los pueda pintar de verde; naturaleza que desde luego tú y sólo tú conoces auténticamente, por un ejercicio de meditación tarscendental hecho entre tu obispo y tu papa, mientras que el malvado loby rubiverdoso, que no medita, te quiere hacer mal y dañar la autñentica naturaleza. Ese enfoque es INFANTIL, y entonces la influenciaa cristiana es -30 (es decir que provocamos positiva repulsa). Cuando deje de ser infantil, tal vez influenciemos cero, y al cabo de diez años, tal vez un poco más.
      Por supuesto ahí hay que distinguir entre las leyes que permiten pintar a los niños de verde, y las que obligan a hacerlo, y entre las leyes que afectan sólo a quienes las ejercen, y las que afectan a terceros.
      En fin, la convivencia nunca es sencilla, pero podemos transformar la sociedad, si bajamos un poco la tensión que nosotros mismos estamos acostumbrados a generar, por una inadecuada comprensión de la realidad numérica de nuestras sociedades pluralistas, además de por poner las prioridades en cosas secundarias.
      En fin, tu cuestión da para varios post, no tomes esto como algo completo, sólo te indico por qué lado voy.

      Eliminar
  3. Respondido con tu post "Laicismo". Lo acabo de leer.

    ResponderEliminar