lunes, 7 de octubre de 2013

Relativamente relativo


Transcribo la objeción que trae Hernán a mi último post (dejo constancia de que no expresa lo que Hernán piensa, sino que objeta como "abogado del diablo"):

«[...] ¿Acaso no sabemos los católicos ciertas "verdades sobre la familia" que son universales? Por ejemplo ¿No sabemos que la familia se funda sobre el matrimonio, y que este es -para empezar- la unión de un hombre y una mujer? ¿No sabemos que "así deben ser las cosas" - que es decir "así quiere Dios que sean"?
Esas frases tuyas de "el lugar de verdad de cada existencia humana" y "la verdad de la existencia de cada persona" y " aceptar la verdad de la vida del otro tal como el otro la está viviendo" son, en el mejor de los casos (si no son puro y simple relativismo), consideraciones más o menos válidas pero que no forman parte de la doctrina a enseñar en una catequesis, que tienen relevancia solamente "pastoral" y que no pueden suprimir las verdades católicas antedichas.
Respetar la situación vital de un catecúmeno con padres homosexuales no es en esencia diferente a la de un hijo de un ladrón confeso al cual nos toca explicarle los mandamientos. Claro que hay que tener delicadeza a la hora de enseñarle que eso que su papá hace está mal, pero no hay que dejar de enseñarlo.»

Responder a esta objeción no es tarea de un único post, quizás sea la razón misma de la existencia de este blog, pero me quedo de momento con una sola frase, un paréntesis:
«son, en el mejor de los casos (si no son puro y simple relativismo), consideraciones más o menos válidas pero que no forman parte de la doctrina a enseñar en una catequesis»
Somos todos muy sensibles a lo que los demás convierten en consigna, pero no a lo que cada uno de nosotros convierte en arma de lucha, en verdad empobrecida y slogan. No digo que esto le pase sólo a los demás, a mí también me pasará en cosas en las que no me doy cuenta, pero me resulta claro que en muchos círculos católicos, los más "doctrinarios", esto del "relativismo", lanzado primero por Juan Pablo II y retomado por Benedicto XVI terminó siendo un slogan, una verdad que ya no significa nada, a fuerza de querer resolver todo con ella. ¿Alguien afirma, por ejemplo, que la doctrina hay que reformularla para abarcar nuevas realidades? ¡relativismo! ¿Alguien afirma que el error absoluto no existe y que en todo hay algo de verdad? ¡relativismo!
El relativismo es el gran enemigo de la búsqueda de la verdad, porque renuncia de antemano a buscar, pero no toda relatividad es relativismo.

-Hay un primer nivel de relatividad que si resulta ser relativismo, apaguemos la luz y salgamos... la vida entera se nos da "relativamente". El hecho mismo de que hablemos de "buscar" la Verdad, de "ir tras ella" y metáforas semejantes nos muestra que hay un primer nivel relativo de acceso a la verdad. Ni los filósofos, teólogos, papas, etc. se refieren a eso cuando hablan de relativismo. Es la relatividad de nuestra propia existencia la que impide ver la verdad absoluta incluso aunque estuviéramos ante ella. Todo se recibe "al modo del que lo recibe" -es un dogma de sana metafísica-, así que si el hombre que recibe la Verdad es relativo, la recibirá "relativamente", nunca como Verdad, sino como verdad.

-Hay un segundo nivel de relatividad que tiene que ver con la pobreza de nuestras formulaciones: incluso en aquello que estamos seguros -como de los dogmas de fe- la formulación lingüística está llena de trampas y vericuetos que deben ser aclarados, reformulados, vaciados y vueltos a llenar para que "digan" la verdad. En otras épocas hemos hecho la guerra por si "El Espíritu Santo procede del Padre a través del Hijo", o "procede del Padre y del Hijo [Filioque]", mientras que en la actualidad ese aspecto se resuelve como diferencias de enunciado en la unidad de verdad. Luego de 5 siglos y no pocos escollos se alcanzó en 1999 la "Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación entre la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial", donde hemos limado ciertas asperezas (no todas), de modo que en lo fundamental de la justificación podemos estar ciertos que luteranos y católicos decimos lo mismo en distintas formulaciones.

-Entiendo que hay un tercer nivel de relatividad más difícil de explicar, pero que tiene que ver con los compromisos personales de aquellos que enuncian la verdad: hay verdades que son ciertas cuando se enuncian en general, otras lo son sólo en la relación interpersonal, y otras lo son sólo en la confesión personal.
Si yo le digo a otro "tú eres pecador", eso no es casi nunca cierto. La verdad "tú eres pecador" sólo puede ser verdadera a condición de que yo esté habilitado a realizar ese juicio... sólo Dios y aquellos a quienes él invista como profetas pueden realizarlo con verdad, nadie más. En cambio la verdad "yo soy pecador" es casi siempre cierta. Es una verdad de primera persona, sólo es cierta cuando se dice en primera persona -del singular o del plural-, en el horizonte de una confesión de la verdad de mí mismo (o de nosotros mismos).
Hay verdades de segunda persona, por ejemplo "tú eres santo", cualquiera que lo dijera (o lo pensara) de sí mismo, estaría por ello mismo fuera de la santidad. Sin embargo la santidad, en tanto es transparencia de la absolutez de Dios en la vida relativa de los hombres, sí puede ser vista y contemplada por los demás. Por ello es una verdad de segunda persona, ni de primera, ni de tercera.
Hay finalmente verdades generales, de tercera persona, son verdades "objetivas", porque se refieren a objetos, o a personas objetivadas, para las cuales pueden valer algunas determinaciones de los objetos, por ejemplo: todo hombre es mortal.
Lamentablemente solemos quedarnos con esta clase de verdades, que son las que podemos intercambiar en el foro público. Aunque a veces avanzamos más, y convertimos las otras, más delicadas, en verdades de tercera persona.

Nada de todo eso tiene que ver con el relativismo. Relatividad y relativismo son opuestos. Relatividad indica relación, límite, caducidad, incluso moralmente puede ser signo de humildad (siempre que no se transforme en un enunciado de primera persona ("yo soy humilde"). En cambio el relativismo es la verdad sofística que tanto denunciara Platón: la verdad como poder, y por tanto simplemente como derecho del más fuerte, tiene qie ver con poseer la verdad, no con buscarla. La diferencia entre un totalitario y un relativista es sólo de enunciación, no de sustancia: el dogmático afirma que él posee la verdad, y cree que es única, el relativista afirma que él posee toda la verdad que desea o necesita poseer, aunque los demás tienen la propia. No es un problema de cantidad de verdad sino de ausencia de movimiento, y de falta de respeto hacia los sujetos de la verdad, que son siempre personas.

* * *

El "punto de partida" determinó desde siempre el problema de la búsqueda de la verdad, ¿desde dónde comenzar la búsqueda? Descartes, por ejemplo, comenzó en el Yo (el "cogito"), y gran parte, sino toda, nuestra civilización occidental, en lo que queda de la modernidad, se ha construido sobre eso. Pero eso hizo agua (imposible desarrollar en un post el acabamiento de la modernidad, la necesidad de ese acabamiento, y la enorme oportunidad que representa para todos aquellos que desean la verdad).

Me hacen reír los doctrinalistas que toman en solfa la postmodernidad, como si fueran "cosas de relativistas": creen defender la fe ¡poniéndose de parte de la subjetividad moderna! y eso nada más que por no abandonar sus falsas certezas, su sensación de tranquilidad y el dominio de sus certezas... ¡todo poder! ¡toda falsa fe!

La verdad de nuestra época es que no tenemos un nuevo punto de partida; cualquier punto de partida de los ya experimentados sería una imposición intolerable. ¿Qué haremos aquellos que nos toca vivir y sentir nuestra época, padecerla y construirla, y no estamos dispuestos a huir hacia ningún lado?

Creo yo que el punto de partida provisorio tiene que ser siempre la verdad de la vida del otro como enigma, intocable, quebradizo. Los ejemplos los di en el post anterior, pero volviendo a Sarah: quizás a Dios "no le guste" que "un varoncito" que él creó, resulte finalmente "una niña", porque "se sentía" "interiormente" "mujer".... ¿pero en nombre de qué me puedo yo arrogar saber lo que a Dios le gusta o no le gusta de Sarah? ¿lo que le admite o no le admite, lo que le tolera, lo que espera de ella?
El enunciado general de la identidad sexual de cada persona (hay personas humanas que son mujeres y hay personas humanas que son varones) es eso mismo, un enunciado general, una verdad de tercera persona, y no puede pretenderse partir de allí para comprender y resolver el enigma de primera persona que es la identidad sexual de cada uno, apoyado solo en su existencia y su conciencia de sí, su autopercepción.

Ya sé que tras esto vienen los famosos "lobbys", que quieren transformar la autoconciencia de primera persona en "ideología de género", y "tú, Abel, a lo mejor quieres comprender con buena voluntad al otro, y con las mejores intenciones, pero dices cosas que pueden ser manipuladas..."

¡Todo puede ser manipulado! La ideología de género y la doctrina del doctrinalista son dos intentos de apoderarse de la verdad de las existencias particulares, del pobre punto de partida provisorio que tenemos para encontrarnos con los otros y testimoniar la verdad de nuestra propia existencia, que, si realmente somos creyentes (aunque sea como menos que grano de mostaza) apunta a Cristo, y da su luz, no la nuestra, ni la de nuestras palabras, por muy solemnes que parezcan.

3 comentarios:

  1. Es cierto que sólo Dios y los profetas pueden acusar a alguien de pecador. Pero también es cierto que en quién siente el dolor del pecado del verdaderamente amado como propio habita Dios. Supongo que en esto reside la condición necesaria de la corrección fraterna: que su único motor sea el verdadero bien del amado, sin mezcla alguna de imposición doctrinal.

    Pero, ¿cuál es el bien del prójimo? Lo conoceremos cuando estemos transidos de Dios, cuando nuestra relatividad y fragilidad transparenten la "absolutez" de Dios, en quién la verdad personal o subjetiva y la verdad objetiva se hace una.

    Por tanto, la respuesta a la pregunta "¿es lícito violar la frágil y sagrada intimidad del prójimo por imposición doctrinal?" es claramente negativa. Pero también es cierto que esta pregunta puede que esté sirviendo de cortina de esta otra "¿amamos lo suficiente como para poder corregir fraternalmente, es decir, como para ayudar a orientar la vida de nuestro prójimo hacia el verdadero bien (y con la suya la nuestra) o nos parapetamos en la inviolable intimidad del otro para no amarlo lo suficiente, para no mezclarnos y no ensuciarnos con sus asuntos?"

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    1. Me parece interesante la relación que señalas, sin embargo yo diría que el contexto de la catequesis (que es el del ejemplo), el de la predicación, e incluso la relación habitual en los escenarios religiosos normales (parroquias, etc) no corresponde al contexto de la corrección fraterna, que debe precisamente partir de un amor previo -como tu misma pregunta lo señala- que asegure que no se pretende manipular la conciencia ajena. Esa seguridad debe ser previa: la conciencia del otro es el espacio más sagrado que existe en la vida personal, y no es para jugar a ver si a lo mejor lo amo y corrijo, o lo quiero manipular.
      Pienso que la situación de corrección fraterna sólo es posible en pequeñas y asentadas comunidades, con un amor semejante al de una familia. En cualquier otra, opino que el peligro es mayor al beneficio.

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  2. "Nada de todo eso tiene que ver con el relativismo"
    Bueno, eso es relativo ;-)

    Sigo un poco en abogado del diablo...

    Nos das lo que juzgas el verdadero significado del relativismo, en lo que tiene de repudiable ("el relativismo es la verdad sofística" ...) pero no queda muy claro que ese significado no sea exclusivamente de tu cosecha. En particular, no queda nada claro que los papas estén pensando en eso cuando condenan el relativismo... por no hablar de los apologetas.

    Si preguntas a cualquiera (católico o no católico, de acuerdo o no) qué significa ese slogan de "la dictadura del relativismo" ¿no te dirá, más o menos, esto? : la Iglesia reprocha al "mundo moderno" (o los poderes dominates, o los medios) por impulsar un ideal de convivencia y tolerancia que implica repudiar y reprimir aquellas religiones (como la católica) que pretenden tener ciertas verdades humanas universales y afirmar (sea por argumentos racionales o por revelación) que hay normas morales inmutables que obligan, de derecho, al hombre de cualquier cultura. Para el relativista, "no matarás" es una norma relativa (a la cultura y a la conciencia personal), para el católico es absoluta y obliga siempre.

    Esta forma de entender el "relativismo" no parece muy conciliable con tu explicación, y da la impresión de que estás queriendo torcer el significado usual (católicamente usual) de una palabra para tu propio argumento. También parece que la distinción "relatividad" (buena) "relativismo" (malo) te la sacaste de la manga y es artificial, que habría sido más natural y honesto reconocer que "relativismo" no es niguna mala palabra y que el catolicismo se ha equivocado al machacar sobre ella como uno de los males a atacar.

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