jueves, 28 de noviembre de 2013

Un autobús por Madrid

Seguimos con la cuestión de las imágenes "fuertes", Un autobús con mensajes antiaborto recorre Madrid.
Con el asunto de "Dios existe - Dios no existe" se ha puesto de moda querer dirimir profundos problemas éticos, metafísicos y raigalmente personales en la valla publicitaria. En fin, cosas de nuestra estupidizada época, cuya apuesta de estupidización redoblan quienes dicen (eso creí durante un tiempo) estar contra ella.


Los medios se han hecho hasta ahora escaso eco, hacen bien, no hay que alimentar al cerdo si uno no quiere comerlo. Pero aquí estoy yo, alimentándolo, contradicciones de la vida. El diario El País -contradictorio como yo- se hace eco de la noticia con un significativo titular:

«Un autobús con desagradables mensajes contrarios al aborto recorre Madrid»

Conozco la objeción: "lo desagradable es el aborto, esto solo lo muestra tal como es"; pero es una objeción falsa, ante todo porque que sea horrible el hecho no tiene una conexión directa y necesaria con que al ver las imágenes del hecho lo voy a repeler.
Es desconocer la naturaleza humana creer que porque muestras unos drogatas hechos pedazos alguien se va a alejar de la droga, por mostrar cuerpos destrozados alguien va a dejar de asesinar, o por mostrar fetos abortados, alguien va a dejar de abortar. Eso no funciona en los dos primeros casos, y no va a funcionar en el tercero; si no que me digan cuántos dejaron de fumar por los mensajes e imágenes terribles en las cajetillas: "fumar te va a matar" (pulmón destrozado). Cuando fumaba me reía de ello (y fumaba mucho), incluso en el estanco elegía la imagen terrible que iba a llevar ese día
Por el contrario, lo que ocurrirá es que la retina ciudadana se anestesiará, y esas imágenes dejarán de surtir cualquier efecto, como de hecho ocurre con todas las demás. No sólo aquellos que abortan no sentirán nada frente a ellas por la razón de que no hay una conexión automática entre imágenes externas y lo que yo soy o hago, sino que tampoco los que podrían presionar sobre el aborto, los ciudadanos, que podrían movilizarse si se ven adecuadamente convocados, resultarán desconvocados (más de lo que ya lo están), al asociar la lucha antiaborto con el desagrado. 
Esto ya ocurre, y gran parte de la insensibilidad ante el aborto es posiblemente (estoy seguro) fruto de las campañas de los antiabortistas. Me pregunto si hay una relación de dessensibilización en el hecho de que de momento muy pocos periódicos se han interesado por esta noticia.
En fin, parece  que además de todo era mentira que tenían los papeles en regla para la campaña, así que hoy o mañana dejarán de circular. Yo me alegro mucho porque aunque ya se ha avanzado mucho en esta tarea de dessensibilizar a la gente, unos días menos son toda una ganancia.
Quisiera que sepan los antiabortistas activos que aquí hay uno, yo mismo, que se siente profundamente desconvocado y lejano a todo ese lenguaje materialista, ateo, grosero, de hacer campaña. Estuve en un tiempo bastante a punto de moverme visiblemente (quiero decir, salir a la calle a hacer cosas antiaborto), pero estos mensajes, esta manera de hacerlo, tener que plegarme a esto, me ha desconvocado por completo. 
Eso no quiere decir que deje de ser provida: estoy a favor de la vida, y por tanto contra el aborto, la eugenesia, la eutanasia y la pena de muerte, pero formo parte de esa mayoría a la que han terminado dando repugnancia. Si querían obtener otro resultado, conmigo les salió mal. Y estoy seguro que con muchísimos más.

Ahora bien, la pregunta que me surge es: ¿quién les piensa las campañas a los antabortistas? ¿el publicitario de Parenthood?

lunes, 25 de noviembre de 2013

Inventos

Se hacen en Roma permanentemente interesantes encuentros de estudio sobre temas de la cultura contemporánea; los «pontificios consejos» y demás organismos menores de la Curia no son solamente una línea más en la organización de esa pesada maquinaria, son también semilleros de pensamientos, intercambios de ideas, etc.
Lamentablemente, al gran público -sobre todo a los que no estamos físicamente conectados con Roma- sólo nos llegan los ecos de esos encuentros muy de tarde en tarde, y a veces de manera completamente colateral: es realmente difícil, si no imposible, acceder, por ejemplo, a las actas de las ponencias de tal o cual congreso.
Sucedió que leí en Aciprensa un resumen de un pequeño encuentro del Pontificio Consejo para la Familia que tuvo lugar hace unos días en Roma, los días 15 y 16 de noviembre, titulado "Convenio interdisciplinar sobre la crisis de la alianza ente generaciones".
Toda la noticia de AciPrensa da cierta risa (o rabia, según se mire), ya desde el título: «Autoridad vaticana: Los adultos varones de hoy están faltando a su cita como padres». La «autoridad vaticana» de la que habla es Mons. Vicente Paglia, presidente de dicho organismo, quien en su ponencia/presentación del tema habla, efectivamente, de que «la incomodidad de los jóvenes de hoy no está causada por una excesiva presencia del padre, de la autoridad de los padres, como sucedía hasta hace algunos años sino, por el contrario, por la ausencia, en particular la evaporación o el ocaso del padre.»
No sé si AciPrensa ha tenido acceso a las actas directamente; sospecho que, por las frases que citan y comentan en la noticia, han tenido acceso a la misma página que yo, es decir, al resumen del encuentro realizado en la web del Pontificio Consejo para la Familia. Yo no he encontrado allí la referencia a los adultos varones. El párrafo más parecido es el que cité, donde si bien hay un especial énfasis en el rol del progenitor varón, lo que dice también tiene que ver con la madre. Así que lo de "adultos varones" está llanamente inventado. Por otra parte, es bastante curioso titular la noticia con "Autoridad vaticana [dice/advierte/etc]...", porque aquí no está en función de "autoridad vaticana" sino como Mons. Paglia, miembro de una reunión donde opinarán distintos especialistas (incluso físicamente, en la foto, Mons. Paglia no ocupa ningún sitio especial de autoridad respecto de los otros tres ponentes). El título de la noticia impresiona, pero es simplemente falso.


Lo que a mí me hizo saltar la alarma y me llevó a buscar la fuente, fue que en la noticia de AciPrensa se dice que «la historiadora Margarita Pelaja lamentó que ha tenido lugar un “cambio de los roles paternales y la familia se ha transformado”.»... y qué quieren que les diga, es muy raro eso de "lamentó". No porque no pueda ser lamentable, sino porque el contexto de este tipo de congresos no es el de una tertulia televisiva, donde uno puede lamentarse de lo mal que va el mundo, suelen ser ponencias, llamémosle así, "en positivo", de análisis, eventualmente de diagnóstico, no de endecha.
Buscando lo que dijo la historiadora me encontré con el párrafo dedicado a ella en el resumen, y que dice:
«La historiadora Margarita Pelaja ha reconstruido el recorrido de las relaciones familiares. Fue el derecho romano quien fundió jurídicamente el matrimonio como institución. Pero, "la primera gran transformación la hizo el Cristianismo, que introdujo tres elementos constitutivos: 'sexo, publicidad, indisolubilidad'". Durante muchos siglos "las relaciones entre padres e hijos han sido gobernadas por las leyes del padre". El pater familias tenía "el poder absoluto, de vida y de muerte", sobre todos los miembros de la familia, y "hasta el Cristianismo no había ninguna consideración hacia la infancia". E incluso "durante toda la edad medieval y moderna, la educación y la socialización de los niños y de los adolescentes no eran tareas reservadas a los padres naturales". De hecho, "las mujeres, esposas antes que madres, en la representación social y en la percepción de los vínculos familiares, confiaban los recién nacidos a criadas y siervas". El cambio de civilización tiene lugar en el siglo dieciocho: se reconoce "la función insustituible del cuidado materno en las características del niño", y se establece una nueva relación entre madre e hijo. "También en la experiencia emotiva y real de los hijos, el vínculo con los padres ha conquistado una nueva visibilidad y una nueva duración: no se rompe ni se diluye con la edad adulta y con la formación de un nuevo núcleo familiar, al contrario, invierte el sentido, redistribuye la responsabilidad de cuidado". Hoy, "se deja de ser hijos más tarde, con frecuencia cuando se es no sólo padres, sino abuelos". La familia se ha convertido, así, "en el espacio especializado de la afectividad". Pero "en este paso algo se ha perdido". Ha tenido lugar un "cambio de los roles paternales y la familia se ha transformado".»
Lo cito por entero porque es un interesante resumen del tema de la familia, y porque además la cita contiene frases literales de la historiadora, y otras que no lo son. Pero de lamento, nada. Señaló, como es lógico, que en la transformación de los roles de la familia "algo se ha perdido", pero eso no implica el aislado y enfatizado lamento que dice AciPrensa, más bien parece valorar la cuestión en positivo al afirmar que las condiciones actuales de la familia la convierten en «el espacio especializado de la afectividad». Hubiera sido interesante que AciPrensa y los suyos, que tanto insisten en los roles "tradicionales" de la familia, citaran que la historiadora asigna parte de esos antiguos y afamados roles no más al siglo XVIII... Pero en suma, ¿dónde está el lamento? en ninguna parte, en Aciprensa, que atribuye y distribuye a sus lectores (muchos más que los que accedemos a la fuente) una supuesta mirada vaticana sobre la familia, dotada de autoridad, pero que no tiene más autoridad que la de la lectura sesgada que ha hecho ese web, y que termina consolidando lo que muchos creen que dice el Vaticano: que todo el mundo contemporáneo está muy mal.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Así no



Perdonen mis (dos o tres) lectores por las imágenes fuertes. No son mi costumbre, y estoy en completo desacuerdo con imágenes como esta para promocionar cualquier cosa: el no al aborto o la fe cristiana, o lo que sea. Lamento mucho haber nacido en una época donde los que se supone que razonan, consideran que los demás, la gente más sensitiva, se sentirá motivada por esto, y por tanto es lo que le dan. En realidad razonan igual que los productores de TV, que no consumen mierda, pero piensan "la mierda vende más", entonces dan sólo mierda, y puesto que no hay ninguna otra cosa para consumir, la gente consume mierda.

A eso yo lo identifico con el espíritu mundano, y me parece indecente que gente cristiana utilice esas imágenes para decir "no al aborto", aunque lo digan en nombre de los derechos humanos y no de la fe, porque aunque se sitúen en el plano de la "ley natural", siguen siendo gente de fe, que debería llevar al mundo su mirada sobre el hombre, una mirada formada en la fe, una mirada capaz de ver y de enseñar a ver en el hombre algo más que el "simio humano".

También considero indecente la película The Passion, por el mismo motivo. Me da igual que el papa de ese momento haya dicho "es como fue" (luego parece que no lo dijo, pero es lo mismo): la película The Passion no "es como fue", la película The Passion es una representación en clave carnicera y brutal de lo que los evangelios cuentan que fue. ¿Hace falta que copie los textos de las cuatro pasiones para que se vea hasta qué punto está totalmente fuera de los relatos esa película?

¿Y que me meto yo ahora con esa olvidable película? Pues que el cartel que puse arriba dice que se justifica poner imágenes carniceras para hablar de la intangibilidad de la vida, porque Jesús usó el mismo procedimiento. Pero es falso: la imagen que traen es de una película, una película que ciertamente en la mente de algunos es casi como un evangelio, pero que afortunadamente no forma parte de los evangelios, y en muchos aspectos (por ejemplo en la figura vindicativa y brutal de un Dios que manda un cuervo a picar el ojo a un mal ladrón) es ajena y contraria al Evangelio, los evangelios no cuentan así la pasión.

Yo estoy contra el aborto, no sé si hace falta aclararlo, pero nunca aceptaré el uso de imágenes brutales y carniceras para hablar del aborto: el relato es la cosa en sí, lo que contamos es lo que creemos. Contar la intangibilidad de la vida equiparando el nasciturus a un hato de céluas sanguinolentas, al feto de simio, dice que nosotros creemos que el ser humano es un hato de células sanguinolentas, un feto de simio, de los cuales unos se empeñan en eliminar y otros en conservar, pero con esas imágenes están diciendo exactamente lo mismo que el pretendidamente adversario.

¿Cuál es la diferencia entre las Femen diciendo "el aborto es sagrado" y un "provida" llamando vida humana a un hato de células sanguinolentas? Exactamente ninguna.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Una moral tuiteable

Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Albert Camus. No creo que pase día sin que recuerde algo de él, pero un aniversario es siempre un aguijón para pensar un tema más concentradamente.
En uno de los últimos post citaba una frase del ensayo "El destierro de Helena", un magnífico escrito incluido en "El Verano". Casi al final de ese mismo breve texto hay una frase en la que plantea las bases de una «moral humanística» que pueda hacer frente al embate de izquierdas y derechas, de ideologizados de cualquier especie (incluyendo claro está -y son los que más me interesan- los ideologizados en nombre de Cristo).
Tuiteé esa especie de moral básica esta mañana: «La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin». ¡Todo el humanismo pueda caber en menos de 140 caracteres!, no hay excusas para el odio. Lo bueno es que toda esta moral empieza en uno mismo, no en el error del de enfrente, sino en el propio.

-la ignorancia reconocida; saber que no se sabe, que el otro es siempre portador de alguna verdad nueva. Y cuando digo el otro no me refiero a Gandhi y la Madre Teresa solamente, sino también a Belén Esteban entre los idiotas, y a Hitler entre los malvados. Los límites del rechazo personal están en las lindes de la verdad que el otro inevitablemente trae, mal que me pese. En este valor están contenidos y en germen todos los demás

-el rechazo del fanatismo; viene inevitablemente de atisbar, o de al menos disponerse a hacerle lugar a ese mínimo de verdad que pueda venir en el otro. El fanatismo acecha siempre, incluso la causa humanista puede abrazarse fanáticamente; acecha en uno mismo, y hay que estar vigilantes, y acecha en los demás, y hay que aprender a rechazarlo delicadamente pero con no menos firmeza.

-los límites del mundo y del hombre; los límites no son solamente cercos que negativamente marcan un freno a la audacia del hombre, también crean el espacio acotado en el que nuestra finitud puede expandirse lo suficiente como para abrir esos límites de manera creativa.

-el rostro amado; no hay mayor revelación de la verdad que el amor que se profesa a otros y en otros. Aunque parezca por momentos que la verdad es cosa de "concordancia entre la cosa y el intelecto", realmente jamás se alcanza esa concordancia si no concuerda primero el corazón con ello. Nada hay en el intelecto que no haya estado antes en el corazón; y esto no rige solo verdades de valor moral, afectivo, subjetivo, o como se las quiera llamar, ¡hasta para conocer una mesa cambia la facultad perceptiva según las condiciones de nuestro corazón! Por mi parte, jamás habría conocido la verdad del humanismo -tan ajeno a nuestras tendencias de homo lupus- si no hubiera amado primero a Camus, jamás habría descubierto el secreto lenguaje del ser en las cosas caducas si no hubiera comenzado por amar a Heidegger, o amado las mediaciones si no hubiera primero amado a Ricoeur; y estos son solo tres autores-ejemplo a los que amo de manera especial, pero el principio del rostro amado se aplica a cada mínimo descubrimiento, adhesión, compromiso: uno cree que adhiere a tal o cual gran principio -sí, incluida la fe- porque la "lógica" de ese principio se le manifestó, pero en realidad adhiere porque se le reveló en el amor de alguien que adhiere o adhería a él. Esta es la razón por la que los argumentos lógicos, incluso en las cosas más "lógicas" fallan de manera inevitable, ¡la infantil apologética de querer "demostrar la fe" con "pruebas de la existencia de Dios"! El mismo Camus cuenta (aunque ahora no recuerdo dónde) que tuvo que ejercer una especial delicadeza narrativa en La Peste para poder hablar contra la fe cristiana -en la que no creía- pero sin lastimar a sus amigos cristianos, a quienes amaba. Cualquiera puede ver que finalmente se impuso la verdad del rostro amado, y la "crítica a la fe" de esa novela, como del resto de su obra, lejos de rechazar la fe, ayuda a vivirla en una mayor pureza, a desideologizarla.

-la belleza en fin; el gran principio del que nace el humanismo es que ser, verdad, bondad se manifiestan al hombre como belleza. Todo eso que es finito, caduco y poco permanente para merecer nuestro amor (no el Ser sino los seres), todo aquello a lo que el análisis lógico le encuentra siempre un "pero" (no la Verdad sino las verdades), aquello que aunque sea bueno, excluye a algo y a alguien y deviene mera ley (no la Bondad sino las cosas buenas); todo eso que no es Dios y no puede conceptuarse como ser, como verdad, como bondad, pero participa de manera inenarrable del propio Dios, se nos muestra a los hombres como belleza. Porque la belleza (cuyo nombre precisamente deriva de bellum, guerra) no niega ninguna tensión, ninguna lucha, ninguna fatiga. La belleza no es tranquila, y sin embargo alcanza la serenidad.

La ignorancia reconocida, el rechazo del fanatismo, los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza en fin, ése es el terreno en el que volveremos a reunimos con los griegos. En cierta manera, el sentido de la historia de mañana no es el que se cree. Está en la lucha entré la creación y la inquisición. Pese al precio que hayan de pagar los artistas por sus manos vacías, se puede esperar su victoria. Una vez más, la filosofía de las tinieblas se disipará por encima del mar destellante. ¡Oh pensamiento del Mediterráneo! ¡La guerra de Troya se libra lejos de los campos de batalla! También esta vez los terribles muros de la ciudad moderna caerán para entregar, «alma serena como la calma de los mares», la belleza de Helena.

martes, 5 de noviembre de 2013

Una respuesta al Card. Sarah

Las palabras con las que dialogaré en este post pertenecen al Card. Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum; sin embargo, debo decir que no tengo el mensaje completo, sólo lo que salió publicado en Vatican Insider, por lo que no puedo asegurar que esto es lo que él piensa, pero como lo que dice es bastante usual en algunos círculos de la Iglesia, sitios "muy" catolicos, etc. (y de hecho a dos días ya fue reproducido hasta el hartazgo), me animo a explicar y replicar desde otro lugar desde donde parece estar hablando el cardenal.

«Incluso entre los bautizados y los discípulos de Cristo hay hoy una especie de apostasía silenciosa, un rechazo de Dios y de la fe cristiana en la política, en la economía, en la dimensión ética y moral y en la cultura post-moderna occidental.»

Considero realmente injusto calificar de "apostasía silenciosa" al múltiple esfuerzo, en todos los frentes, que estamos haciendo millones de católicos por vivir nuestra fe de una manera que supere la relación directa e inmediata de la fe con el mundo tal como se practicó en otras épocas, y que ha dado lugar a una cristiandad ruinosa, que desde hace cuatro siglos hace cada vez más agua por todos lados.
Posiblemente muchos nos equivoquemos, estoy seguro de que de todos los intentos, sólo unos pocos valdrán la pena y "harán época". Pero la Iglesia siempre ha confiado en el "sensus fidelium", en el buen sentido de los fieles, en su "olfato" en cuestiones que atañen a la fe. Es hacer trampa hablar de "sensus fidelium" cuando los fieles coinciden con lo que la Iglesia propone en los documentos, pero hablar de apostasía silenciosa cuando esos mismos fieles simplemente le dan la espalda en masa a una forma de solucionar el problema de la relación fe-mundo. No a la fe, sino a una forma eclesiástica de resolver esa delicada cuestión.
Habrá, quizás, muchos bautizados que dan la espalda a Dios, pero muchos otros lo que rechazamos no es a la Iglesia, ni mucho menos a Dios, sino a confundir Iglesia con estructuras mundanas de lucha por el poder, rechazamos que se equipare presencia de la Iglesia en el mundo con casilla de la renta, que se confunda enseñanza de la religión con monopolio catequético en las aulas de escuelas laicas, que se usen las tradiciones de los pueblos (que tienen orígenes religiosos) para afirmar que "España [o Argentina, Brasil, Perú, etc] es católica", y pretender usar ese "dato" para interferir en la autonomía del mundo. Muchos, en suma, queremos volver al mandato de Cristo, de ir, enseñar, convertir, a través del testimonio personal, la coherencia de vida, la propuesta, sin ninguna -porque no hace falta ninguna- relación con el poder.
Por mi parte considero la postmodernidad una bocanada de aire fresco; pero sea positiva o negativa la valoración que se haga de nuestra época, ¿por qué algunos se empeñan en seguir considerando como si las épocas de la cultura fueran una camisa que uno se saca y se pone a voluntad? ¿tan brillante le parece al cardenal Sarah la deplorable Iglesia de la modernidad, aliada de los peores aspectos del poder mundano, amiga de príncipes, politiquera, de lenguaje diplomático y ambiguo, reacia a cualquier intento de justicia histórica para los oprimidos de cada momento, como para rechazar este intento de sacarse de encima esa época, que hacemos presionados por la vacuidad y ahogamiento del proyecto moderno?
No hablo de acciones individuales: en cada momento -y por tanto también en la modernidad- hubo hombres evangélicos, dentro y fuera de la estructura eclesiástica, pero en la modernidad han tenido que actuar de manera sistemática a contrapelo de la Iglesia, en principio rechazados, ¡no por el mundo, como sería lógico, sino por la propia Iglesia!

«Involuntariamente [los hombres actuales] respiran con todos sus pulmones doctrinas que van en contra del hombre y que generan nuevas políticas que tienen un efecto de erosión, destrucción, demolición y grave agresión, lentas pero constantes, sobre todo en la persona humana, su vida, su familia, su trabajo y sus relaciones interpersonales. No tenemos ni siquiera el tiempo para vivir, amar, adorar. Este es un desafío excepcional para la Iglesia y para la pastoral de la caridad. La Iglesia, de hecho -subrayó el cardenal- denuncia también las diferentes formas de sufrimiento de las que es víctima la persona humana»

Por momento no entiendo en absoluto cuál es el punto de partida de la forma de catolicismo al que da voz el Card. Sarah. Me da la impresión de que quisiera un mundo católico, así se lo puede evangelizar... El desafío es, precisamente, que el hombre librado a sí mismo, no se vuelve un dios para sí, sino un demonio. La historia muestra que en cuanto quitamos el diálogo con Dios, el hombre se vuelve realmente lobo para el hombre, incluso para sí mismo. Pero esa no es la fuerza del hombre, sino su debilidad, esa es su enfermedad, y puesto que es una enfermedad, debe ser tratada con toda delicadeza.
Bajo algunos aspectos, la nueva autonomía del hombre es una conquista, y debe ser ayudada y promovida, bajo otros, la autonomía no nos da sino un hombre herido y sin norte: «Solicitado por la publicidad, el hombre se descubre como un ser de deseos sin límites y con un poder tal, que quisiera anular el tiempo, el espacio, el destino de la muerte y del nacimiento. El precio que debe pagarse por esta actitud es la transformación de todas las cosas en instrumentos, en utensilios manipulables y disponibles. Detrás del problema de la autonomía, detrás de la cuestión del goce y del poderío, emerge la pregunta acerca del sentido y de la ausencia de sentido.» (Ricoeur, «Las ciencias humanas y el condicionamiento de la fe»)
Tengo la sensación de que posturas como la del cardenal Sarah han tragado el peor aspecto de la antropología de la modernidad, han "acristianado" sin crítica la concepción moderno-liberal del hombre: el hombre -esa "persona humana" abstracta de este discurso- es bueno, pero la sociedad (los medios, los lobbys, los poderosos, los malos, los ateos, los posmodernos) les quieren imponer una antropología errada.
Es un mal punto de partida hermenéutico para comprender lo que nos pasa como hombres en esta época (porque sí, lo siento, el Card. Sarah, mal que le pese, pertenece a la misma postmodernidad); naturalmente, tal equivocado enfoque hermenéutico no puede dar lugar más que a errores de perspectiva, y no digamos cuando eso se transforma en "estrategias evangelizadoras".
Mi sugerencia al Card. Sarah y a quienes sientan lo que él frente al hombre actual y a la cultura actual, es que por un rato traten de pensar al ser humano actual no como títere de lobbys y poderes ocultos (lo cual es, entre otras cosas, una enorme falta de respeto hacia el destintario de su evangelización), sino como una conciencia desdichada que se experimenta poseedora del inmenso poder de la autonomía, pero cuya clave última, el sentido de esa autonomía, no acierta a nombrar.
Nuestra auténtica tarea cristiana, evangelizadora, incluso en el contexto de las obras de caridad en relación a las que hablaba el cardenal, no está en recordarle los beneficios del mundo idílico que podría construir la fe cristiana si la dejaran, sino acompañar a ese hombre en esa desdicha, como se acompaña a cualquier persona incapacitada, a la que se la alienta a superarse, no se la hunde en la denuncia de su incapacidad.
En definitiva ¡tampoco nosotros poseemos la llave del «sentido», nuestra salvación es en esperanza!

«un humanismo sin Dios, al lado de un subjetivismo exacerbado, ideologías que son difundidas por los medios de comunicación y por los grupos extremadamente influyentes y financieramente potentes, se esconden detrás de las apariencias del servicio internacional y actúan incluso en el ambiente eclesial y en nuestras agencias de caridad»
Considero este párrafo comentado con lo anterior, sólo lo pongo para que se vea hasta qué punto semejante visión sesgada de la realidad tiene que por fuerza inventarse un demonio, ya que no es capaz de imaginar que el mundo pueda sufrir sin que haya un malvado a la mano. En el fondo no se ha pasado del Deuteronomio y su teología retribucionista: al que obra mal, le va mal, y al que obra bien, le va bien; a esa mirada le falta Job, para entender que la conciencia desdichada del hombre contemporáneo puede obedecer a un destino y un desafío de significado divino.
«¡qué tentador puede resultarnos, en ciertos momentos, darle la espalda a este mundo sombrío y descarnado! Pero esta época es la nuestra, y no podemos vivir odiándonos. Ha caído así de bajo tanto por el exceso de sus virtudes como por la grandeza de sus defectos.» (Camus, «El destierro de Helena»)
Ese desafío lleva a reencontrar el Dios de este humanismo, que puede parecer por momentos, al ojo despistado, un humanismo sin Dios.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Presa de su infalibilidad


Jorge apuntaba esa expresión en un comentario al post anterior, sobre la "excomunión" de los divorciados en uniones irregulares. Lamentablemente, ese autoahogamiento por no querer reconocer errores le pasa bastante seguido a la Iglesia. De hecho, se nos pide a los creyentes individuales que superemos la humana vergüenza para declarar a Dios nuestros pecados, incluso los más ocultos, pero la propia Iglesia sigue la norma de "sostenella no enmendalla", es decir, frente a un error, mejor buscar justificaciones y echar palante, que reconocer con sencillez que se ha equivocado el rumbo en la comprensión de tal o cual palabra divina, y que se va a cambiar, enmendar y volver a empezar. No hablo de dogmas, sino de prácticas, y de enseñanzas que no son dogmas.

Un ejemplo: los diez mandamientos. El Catecismo actual hace un hermoso exordio antes de desarrollarlos uno por uno, donde habla de cómo esa ley expresa la voluntad misma de Dios a través de la metáfora de mandamientos escritos "por el dedo de Dios", a diferencia de los preceptos mosaicos, que en definitiva son humanos y han sido derogados (CIC 2056). Menciona los sitios de la Escritura (Ex 20 y Dt 5) donde pueden leerse, hace una interesante catequesis bíblica sobre ellos, y remite a la tradición constante con la que la Iglesia los ha enseñado y exhortado a su cumplimiento (2057-2063).

Tras esto era de esperar que de una vez por todas y tras quince siglos, la Iglesia se decidiera a arrumbar la versión de los diez mandamientos que fabricó san Agustín, y pudiéramos por fin recuperar los de Dios, que son, en definitiva, los "escritos con su dedo"; pero no: sostenella, no enmendalla, así que acto seguido dice:
«Desde san Agustín, los “diez mandamientos” ocupan un lugar preponderante en la catequesis de los futuros bautizados y de los fieles. [...] La división y numeración de los mandamientos ha variado en el curso de la historia. El presente catecismo sigue la división de los mandamientos establecida por san Agustín y que ha llegado a ser tradicional en la Iglesia católica.» (2065-2066)

Hay algunos problemas de texto en los mandamientos, que hacen difícil su división:
-El primero y más importante según Jesús: «amar a Dios sobre todas las cosas», no está en ninguna de las dos series, Ex y Dt, sino que es la síntesis del "credo" deuteronómico, la Shemá (Dt 6,4-9).
-Para que los de Éxodo y Deuteronomio sean diez, hay que dividir el texto considerando un mandamiento al que está referido al culto de los falsos dioses (Ex 20,2-3; Dt 5,6-7), y otro al que se refiere a la prohibición de las imágenes (Ex 20,4-5; Dt 5,8-9). Esa es, posiblemente, la división original.
-Pero al introducir el «Mandamiento principal» en los diez, hay que reorganizar la serie: se lo tenía muy fácil, bastaba con juntar el primero y segundo (ídolos e imágenes), con lo cual ya quedan 9, a lo que se podía añadir al principio el del amor a Dios, que es fundamento de todos.
-Eso daría esta serie, con cuatro referidos a Dios y seis al prójimo:
  *Amarás a Dios sobre todas las cosas
  *[Sólo a él darás culto (síntesis del de los falsos ídolos y el de las imágenes)]
  *No tomarás el nombre de Dios en vano
  *Santificarás sus fiestas

  *Honrarás padre y madre
  *No matarás
  *No cometerás adulterio
  *No robarás
  *No levantarás falso testimonio ni mentirás
  *No codiciarás los bienes ajenos

Sin embargo, primó en este caso el "espíritu de geometría", y a san Agustín no le cerraba que fueran 4 referidos a Dios y 6 referidos a los hombres, se le daba mejor 3+7, así que los sintetizó así:

«[...] el decálogo, es decir, los diez mandamientos. Uno de ellos ordena el culto de Dios; el segundo prescribe: No tomes en vano el nombre de tu Dios; el tercero se refiere a la observancia del sábado, que los cristianos cumplen espiritualmente, mientras los judíos lo violan carnalmente. Estos tres mandamientos se refieren a Dios, y los siete restantes a los hombres, en atención a los dos más importantes: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas. Puesto que son dos los mandamientos fundamentales, tres preceptos del decálogo remiten al amor de Dios, y los siete restantes al amor del prójimo. ¿Cuáles son los siete relacionados con el hombre? Honra a tu padre y a tu madre, No adulterarás, No matarás, No robarás, No dirás falso testimonio, No desearás la mujer de tu prójimo, No codiciarás sus bienes» (sermón 248,4, pero lo repite en distintas redacciones en varios escritos).

¿Qué hizo para conseguirlo? Nótese que él no pone el «Mandamiento principal» como cabeza de la serie, sino que considera a los tres primeros como expresiones de dicho mandamiento, pero para que le queden tres, elimina uno de los cuatro, el referido a las imágenes, considerando que está contenido en el del culto, y desdobla el de la codicia, el último, separando el aspecto del deseo sexual de la mujer ajena (9) del deseo de poseer lo ajeno (10), que no está divididos en absoluto en el Decálogo bíblico, ya que la cuestión matrimonial/sexual está cubierta por el sexto, y el 10 sólo se refiere al deseo de posesiones. Una división sutil y significativa la de san Agustín, pero que se carga el texto, y -creo yo-  también el espíritu de la ley, al introducir un mandamiento desdoblado que cae fuera de la expectativa del Decálogo, y eliminar uno que estaba muy en consonancia con ese espíritu.

En fin, cargarse la letra y el espíritu, para conseguir la geometría. San Agustín, que escribió miles de páginas, metió la pata en varias, como tiene que ser, como le ha pasado a toda persona que escribe mucho. Su enorme autoridad hace que uno se lo piense antes de declarar que algo que dice san Agustín está equivocado; me parece muy bien. Pero no sé de ninguna promesa de Jesús de infalibilidad a San Agustín, y 15 siglos de pensarse el asunto posiblemente sean más que suficientes como para que la Iglesia pueda, con la libertad de saberse humana y errante, decir con sencillez: "antes se enseñaban los mandamientos de tal manera, por la enorme autoridad de san Agustín, sin embargo, deseamos retomar la Biblia en su puridad, ya que precisamente el único fundamento que hay para no considerar abolidos los diez mandamientos son su expresión bíblica, son que provienen "del dedo de Dios"; los mandamientos de la Ley de Dios son, por tanto...." ¡y ya está! nadie se va a morir porque alguna vez reconozcamos una metedura de pata.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Excomunión

Leía recién una carta de Simone Weil que no consigo recordar en qué otro contexto había leído, pero que en aquel momento este párrafo que citaré no me llamó la atención:

«Cuando [la especulación intelectual] se mantiene en el ámbito de la especulación puramente teórica, tienen [la Iglesia y/o el Estado] también el deber, llegado el caso, de poner al público en guardia, por todos los medios a su alcance, contra el peligro de la influencia práctica que ciertas especulaciones pueden tener sobre la conducta. Pero cualesquiera que sean esas especulaciones teóricas, ni la Iglesia ni el Estado tienen derecho a tratar de asfixiarlas o a infligir a sus autores ningún daño material o moral. En particular, no se les debería privar de los sacramentos si los desean. Pues sea lo que fuere lo que hubieran dicho, aun cuando hubiesen negado públicamente la existencia de Dios, no han cometido quizá ningún pecado. En tal caso, la Iglesia debe declarar que están en el error, pero no exigir de ellos nada semejante a una retractación ni privarles tampoco del Pan de vida.»

Creo que ha acertado con exactitud en el centro de un problema que arrastramos casi desde el principio: la pecaminosa tendencia de la Iglesia (y de cada uno de nosotros en tanto Iglesia), de quitarle el sitio a Dios y sentarnos en su lugar. Yo no entiendo en absoluto las leyes que rigen la ex-comunión; excluir a alguien de la comunión de la Iglesia en el sentido místico, y en concreto de su medio sacramental: la comunión eucarística, me parece una monstruosidad y un abuso de poder, de un poder que no es el de los hombres sino el del propio Dios. Lo digo con todas las letras y consciente de lo que estoy diciendo.

Pero más monstruoso me resulta que algún cristiano públicamente aulle de placer porque la Iglesia excluye a otros de la comunión, se alegre y aplauda porque por fin Müller restableció el orden y se puede seguir considerando excluidos a los divorciados en nueva unión. ¿cómo puede alguien sentir la verdad de la Iglesia sobre la base de que esa verdad se expresa como exclusión?

Posiblemente la exclusión humana de la Iglesia sea algo necesario, y en esa medida, aceptable (por ejemplo, impedir que el hereje hable en nombre de la Iglesia). Quizás haya algún caso teórico en que la Iglesia se sienta en el deber de prohibir a uno de sus miembros la comunión (con sinceridad, no se me ocurre ninguno, ni el caso de un hereje), pero de allí a considerar normal que en la Iglesia haya gente que no puede acceder de manera regular, por su personal debilidad moral, al único medio establecido por nuestro Señor para sobrellevar e incluso curar la debilidad humana... ¿en qué cabeza cabe? o mejor, ¿en qué corazón cabe? ¿tan comido el corazón por la doctrina, los libros, los razonamientos, las leyes en definitiva, que no se siente en lo hondo de la fe cristiana el primado del bien de la persona y de la caridad concreta y la misericordia hacia la persona por sobre cualquier otra determinación?


N.B: toda la carta de donde proviene la cita, que forma parte de la autobiografía de SW, es impresionante; se puede descargar de aquí (el archivo se llama Autobiografía, pero no trae todo el libro sino sólo la carta)