lunes, 16 de junio de 2014

Ir al mundo

Dice un escritor católico que
«en España, los católicos vivimos en alguna de estas situaciones:»

«-Una fe meramente cultural o folclórica. Bodas, bautizos, comuniones y romerías.»
Cuando el conjunto de la fe de un pueblo se reduce a bodas, bautizos, etc. posiblemente se está a un paso de que desaparezca del todo. Eso es cierto. Pero por otro lado no es esperable que todos puedan asumir el riesgo y la tensión interior de la fe cristiana. Dios no llama a todos a eso. Nuestro Dios sigue siendo el Dios que te puede pedir en sacrificio el hijo único (Gn 22), que puede dejar solo al profeta cuya vida buscan (1Re 19,10), porque él mismo fue el Hijo y el Profeta, y todas las demás figuras.
Dios inviste al profeta en su fuerza y al patriarca en su fuerza. Mientras tanto, los sacramentos y el "folclore" hacen de caldo de cultivo, mantienen viva una llama, y en ese sentido son imprescindibles y no deberían ser despreciados por quienes pueden mantener la confesión de la fe gracias al "background" de una sociedad básicamente cristiana.
No digo conformarse con el background, pero tener un poco más de delicadeza al criticarlo: si se es mejor que eso, es un don específico de Dios, y quien lo tenga, si desprecia a los demás será juzgado con mayor severidad por haber pretendido apropiarse de un don.

«-Una fe personalista, que no moleste a nadie y que dialogue con el mundo, renunciando incluso a principios que no son negociables: véase el ejemplo de la ley del aborto y las cesiones continuas al lobby LGTB.»
La fe es esencialmente personalista, es decir, se dirige persona a persona ofreciéndole de parte de Dios un sentido de trascendencia, una vida eterna. En tanto lo hace persona a persona, sólo podrá hacerlo bien si es capaz de hablar a cada persona en su lenguaje.
Si se comienza por creer que los demás están «en lobby», en lugar de pensar que los demás tienen sinceros motivos para pensar lo que piensan, aunque lo que piensan esté errado, y los motivos sean incorrectos, se expone uno mismo a ser considerado parte de un lobby (el lobby cristiano), es decir, no ser tomado en serio, además de quedar imposibilitado de hablar a la persona.
Como buen judío, san Pablo rechazaba con todo su ser cualquier manifestación religiosa que oliera a idolatría. El relato de su predicación en el Areópago (Hech 17) marca muy bien el contraste:
v. 16: Mientras Pablo les esperaba en Atenas, estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos.
v. 22-23: Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: "Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: "Al Dios desconocido." Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar.
Yo pregunto: ¿era más negociable la idolatría que el aborto o la homosexualidad? San Pablo no tuvo ningún escrúpulo en callarse sus principios cuando le venía bien para ganar una voluntad más. Porque el objetivo de la predicación es que el otro, la persona, ese que vive en el mundo, ese que está en el pantano, reciba a través nuestro (indignamente de nuestra parte) una mano tendida por Dios. No somos ni dueños ni administradores de ninguna verdad, sólo somos el brazo postizo que Dios usa para entrar en el mundo: una prótesis. Eso es el cristiano. Cualquier otra consideración propia que exceda de eso, que implique juzgar la vida de los demás, es pecado, así venga revestida de alta teología.

«-Una fe "de los domingos", ese cumplir el precepto y tranquilizar la conciencia con las pocas monedas que se dan al pobre de la puerta del templo.»
Vale lo mismo que para la primera, con el agravante de que ponerse a juzgar la conciencia de los demás, eso sí que es algo completamente fuera de lugar.

«-Una fe intelectualizada, desencarnada, que asume postulados netamente anticristianos, como aquellos de los filósofos de la sospecha. Un cristiano-nietzscheano, por ejemplo, es un oxímoron. Un cristiano nacionalista es un idólatra.»
La confusión está en creer que el cristianismo es un tabulado de principios, de postulados, y que por tanto entran en competencia con aquellos del mundo.
Si el pensamiento del mundo es Nietzsche, lo que hay que hacer, como cristiano, es leer a Nietzsche (si se ha sido llamado a ese desarrollo intelectual de la fe, que es una parte del necesario desarrollo de la fe), si el pensamiento del mundo es Dawkins, hay que leer a Dawkins. Y no sólo leer: comprender, asumir, traducir la fe en esas categorías.
Porque somos la prótesis de Dios, no su consejo asesor. ¿Cómo se espera que Dios salve el mundo si nosotros, los cristianos, en vez de comprender vicariamente el mundo, en vez de servir a la función para la que hemos sido puestos, nos dedicamos a corregir los malos planes de un Dios que no acribilla ni aplasta a un mundo apóstata?
Un cristiano-nietzscheano no es ningún oxímoron, es posiblemente alguien que está haciendo un esfuerzo de parte de Dios para dejar que Dios le hable a los nitzscheanos y los salve, que es lo que hace normalmente Dios: salvar, no perder.
El agregado de que «Un cristiano nacionalista es un idólatra» no tiene mucho contexto aquí, pero se ve que el autor se salía de la vaina por decirlo. De todos modos el análisis de esa frase llevaría un post aparte (que no descarto escribirlo, aunque es el tema que menos me preocupa).

«-Una fe refugiada en sacristías burguesas, endogámica y complaciente con el poder.»
Nuevamente, vale lo dicho para la primera, la cuestión del "background". Es simplemente imposible para la viejita que va a misa todos los días "dar batalla" en el mundo, pero colabora con la Iglesia rezando, manteniendo en orden la sacristía, abriendo a las 19 para el rosario... y dejando el juicio sobre el mundo a quienes les competa y estén llamados a eso.
Lo más preocupante de esta frase no es lo que dice, sino lo opuesto que supone: da la impresión de que el catolicismo es cosa de alcanzar un poder. Como en este momento el poder nos es (supuestamente) hostil, entonces el catolicismo consiste en alcanzar un contrapoder, una «nación cristiana» (en ese caso creo que el autor nos dejaría ser "nacionalistas y cristianos"), regida por los valores innegociables del cristianismo, y donde el que no comparte esos valores se aguante, mientras esté en minoría, como nos aguantamos nosotros ahora, que somos minoría.
Quisiera hacer notar que nadie puede servir a dos señores (como leí en algún sitio), y quien lucha por el poder, no está luchando por Cristo, así sea luchar por el poder de la Iglesia, de los valores innegociables, de la escuela cristiana, etc. Es poder, y el poder es exactamente lo opuesto de la cruz, que es el no-poder de Dios en el mundo.
El cristiano tiene obligación de hacer una opción: por Dios o contra él. Acepta ser la extensión de Dios en el mundo, o lo rechaza y hace su propio proyecto de mundo, saca su espada y corta la oreja de Malco. Jesús no le quitó la espada a nadie, pero prohibió usarla. Quien la usa, así sea por algo tan loable como defender a Jesús, va contra su proyecto.
Y la espada no es solamente la espada material con la que matar, como si el hecho de pretender un poder no obtenido por la violencia sino por el número (por ejemplo) nos librara de la prohibición de Cristo. Es el poder, el poder como proyecto, como método y como objetivo lo que está interdicto.
Así que sí, señores: si se reúnen 1.000.000 de defensores de los valores innegociables en Madrid, y la Iglesia al día siguiente se ufana de haber conseguido movilizar a un millón de personas contra el aborto, y usa esa cifra como forma de presión, ese día el proyecto de Cristo en este mundo, del que la Iglesia -nosotros- debíamos ser avanzadilla, es traicionado. No importa que no fueron violentos. Fueron "poderosos", y eso nos está prohibido.
¿Entonces no debemos hacer manifestaciones? No lo sé, no sabría qué es lo que hay que hacer para conquistar el poder, pero no debemos hacer nada que implique comprometer a Jesús con la consecución de ningún poder, ni mucho menos debemos engañarnos creyendo que la manifestación de poder de la Iglesia es la realización del Reino en este mundo.

De todas esas situaciones en las que estamos sumergidos los católicos, el escritor saca esta conclusión:
«O la Iglesia y los católicos armamos lío y salimos a la calle, a las periferias, al mundo, como clama el Papa Francisco, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: una ONG más, subvencionada y estéril.»

Concuerdo con eso, pero me temo que la expresión del Papa de "hacer lío", de ir "a las periferias", "al mundo" no tiene nada que ver, pero realmente nada que ver con esta propuesta de "ir al mundo" armados hasta los dientes, y con nuestros principios perfectamente definidos, inamovibles, innegociables, bajo el brazo.

Mi propio diagnóstico del catolicismo occidental (España incluida) es el siguiente:
Se nos predicó que nosotros, hermanos menores, éramos acogidos sin reservas por Dios, pero con el tiempo nos hemos vuelto hermanos mayores, esos que traicionan el Evangelio de tan adentro del riñón de Dios que creen estar. O nos volvemos de nuevo con urgencia hermanos menores, o la Iglesia quedará reducida a lo que no es y muchos pretenden que sea: un grupo de presión para hacer prevalecer sus valores innegociables.

10 comentarios:

  1. ¿Cómo vivir en el sistema y del sistema sin participar en él? Recuerdo que el simple hecho de votar consiste en influir en el equilibrio de poder.

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    1. Sí, consiste en influir, pero esa influencia es proporcional al voto. Está un poco sobrevalorado lo que un voto puede influir. Por lo pronto, se elige entre lo que hay, no entre el ideal y lo que hay. Y dentro de lo que hay, se eligen conjuntos de ideas, paquetes, no siempre del todo lógicos.
      Yo entiendo que un pagano se ponga ansioso porque su voto tenga que crear ya mismo un entorno feliz para su vida, porque pobrecillo no espera más que estos pocos años, y tiene que conseguir sentir algo de alegría mientras la vida se le escapa por los poros. Pero lo que no entiendo es la ansiedad de los cristianos, la histeria, diría yo, por ver que la política no realiza el Reino... nunca la va a realizar; pero además, tenemos muchísimo tiempo para ir realizando de a poco, influyendo en esto o aquello, consiguiendo que en algo el mundo refleje mejor a su Creador. Es una tarea de generaciones de creyentes, no de un creyente individual que si no consigue que se erradique el aborto tiene que internarse en el hospital con una depresión crónica...
      Algo de la justicia que plantea el evangelio ha calado en el mundo, quizás una parte es la evolución natural de la conciencia (no todo es efecto nuestro! no somos tan importantes!), otro poco tal vez se deba a la interacción de la conciencia cristiana con los criterios del mundo. Bienvenido sea eso, un aplauso por lo conseguido y a por más, pero no con tanta ansiedad.
      Por otra parte, hay que cuidarse mucho, vigilarse a sí mismo, por las veces en que confundimos el evangelio con nuestros deseos e inclinaciones políticas, resultado de lo cual le otorgamos a nuestras inclinaciones una absolutez que no tienen. En ese sentido es paradigmática la expresión del artículo original: «Un cristiano nacionalista es un idólatra», ¿de dónde sacó el autor semejante tontería? eso es confundir por completo su opción política con la trascendencia de la verdad cristiana.
      No estoy seguro de haber entendido lo que planteas, esta respuesta tiene que ver con lo que yo entendí. Si no era, aclara por favor.

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    2. Estoy de acuerdo en general con lo que dices, pero no con lo que no dices (jeje). Me da la impresión de que a donde se llega siguiendo la línea que tú has comenzado a trazar es a la abstinencia de los cristianos de la política, o por lo menos a considerarla casi como algo que nada tiene que ver con ellos. Si no es así corrígeme.
      Es cierto que un voto, en el plano puramente práctico, vale lo que vale, pero creo que su ejercicio tiene una gran importancia por la filosofía que refleja. En las antiguas monarquías y sociedades jerárquicas en general, la virtud política de la inmensa mayoría consistía en la lealtad hacia los gobernantes fueran quienes fueran. Hoy, en cambio, el mismo sistema político que todo lo envuelve nos convierte en pequeños líderes para los que es imposible sustraerse de la actividad política (la abstención también participa). Ahora lo único leal, la única virtud política, consiste en tomarse en serio el voto por insignificante que sea (tema distinto sería la calidad de nuestras democracias: omnipotencia de los poderes fácticos frente a la irrelevancia de la soberanía popular, etc.).
      Tú, en cambio creo que lo estás viendo como un observador externo (¿Elegir entre lo que hay y lo que no hay? Nosotros mismos somos también “lo que hay”); el sistema se ancla en que sus miembros le den forma sintiéndose parte de él, desde dentro, y se preocupen en modelarlo según su responsabilidad. Eso de que tenemos mucho tiempo para ir realizando poco a poco el Reino… suena un poco a excusa, ¿no?
      Mientras que los medio-creyentes, los no creyentes y los sin credo se queman día a día por extraer una gotita de vida del desierto o por mejorar un ápice el sistema, creo que tú propones que los cristianos nos autoconsolemos aplicando dudosas categorías celestiales a lo temporal (dudosas en el sentido de que no tengo muy claro que sean celestiales cuando se usan para evadir la responsabilidad). Visto así, los cristianos, que tanto tenemos para dar, estaríamos dando limosna como los fariseos de la escena evangélica, a medio gas, y los pobrecitos de los no cristianos, que tan poco tienen para dar, como la pobre viuda que dio todo lo poco que tenía.
      En definitiva, creo que no se trata de que nos sumerjamos en una desesperada ansiedad por un extraño mecanismo de solidaridad con los que consideramos ansiosos, ni de que nos tranquilicemos confundiendo planos. Creo que se trata de que seamos leales con el sistema participando activamente en él y eso pasa por aceptarlo tal cual es y por tanto dándole forma con responsabilidad y conforme a nuestra conciencia.
      Creo que tu crítica es acertada con respecto al tono. Ciertamente, el tono es mucho más importante de lo que parece. Ese tono airado de superioridad, de apaga-pábilos-vacilantes, de jueces iracundos..., indica que algo falla (ahora soy yo el que está juzgando, uffff). Creo que la mejor manera de ejemplificar esto es con dos personas, una que se hizo conocida a principios del siglo pasado y otra que se está haciendo tal a principios del presente siglo: Chesterton y el Papa Francisco.
      Chesterton participó muy activamente en la política de su época, beligerantemente, pero amando al “enemigo político”, batallándolo con alabanzas, piropos y humor; pero su jovialidad provenía de que se la tomaba muy en serio. Su seriedad llegaba hasta el punto de hacer el ridículo, con aventuras como la de la Liga Distributista. En un ámbito no totalmente coincidente con la política, aunque tiene mucho que ver con ella, el papa Francisco, diciendo doctrinalmente lo mismo que sus antecesores, parece haber conseguido que sus “enemigos políticos” escuchen una doctrina que antes era repelida una y otra vez.

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    3. Te agradezco tu respuesta, que me da la oportunidad de aclararlo un poco mejor. Es verdad que tomada aisladamente, la parte no-dicha de mi respuesta podría entenderse como lo haces, así que me viene bien salir al cruce: nada más alejado de mi forma de ver las cosas. Sólo que, como tú mismo señalas, es lo "no-dicho" en este post. No hablaba de cómo participar en la vida pública, sino de cómo hacerlo en tanto cristiano.
      He hablado varias veces del principio del «laicismo» (http://snarkia.blogspot.com.es/search?q=laicismo), así que remito a esos post para ampliaciones, y aquí sólo resumo: creo firmemente en el principio laicista, según el cual, nadie tiene que participar en la vida civil de otra forma que como persona civil. Y aquí está, creo yo, el nudo de los problemas de post como el que critico; a mi entender hacen una ensalada entre su conciencia cristiana y su participación ciudadana, y terminan reclamando que la política civil les convalide principios que sólo tienen apoyo a partir de una consideración religiosa de la existencia.
      Yo soy Abel, católico, padre de familia, ciudadano, vecino, consumidor, etc. Aunque mi conciencia es unificada (lo más posible, vamos! ni loco ni santo), cada cosa que hago la hago desde un respecto, desde algo que yo soy: sigo siendo un católico cuando tengo un problema en la comunidad de vecinos, pero a ese problema respondo como vecino, no "en tanto que" católico. No estaría bien, por ejemplo, que yo me opusiera a que se le cobrara a los vecinos morosos porque como cristiano estoy llamado a perdonar las deudas, aunque yo puedo, en tanto que cristiano y a partir de una conciencia cristiana de la vida, encontrar caminos para que la justicia sea un poco más profunda y de mejor calidad que la meramente vindicativa, siempre que encuentre la mamera de expresarlo como vecino, y no como cristiano.
      Eso mismo pasa en la vida civil en general: mi aporte es y debe ser en tanto ciudadano, apoyado en los principios de la vida civil de igualdad ante la ley, tolerancia, respeto recíproco, etc. No estaría bien que pretendiera influir en la sociedad PARA que venga el Reino, sino para que la sociedad mejore inmanentemente... eso adelanta la venida del Reino, no hay duda, y me alegraré como cristiano de que así ocurra, pero no puede ser ese ni el principio de acción, ni el fundamento de mi obrar.
      Parece un mero preciosismo, ¿qué diferencia hay entre que yo obre en tanto que cristiano, y que obre en tanto ciudadano, desde mi conciencia de cristiano? Muchísima. Por ejemplo: ¿me importa la libertad religiosa porque atacan la libertad de mi religión o porque un atentado contra la libertad religiosa es un atentado contra la libertad, principio de la vida civil? Si actúo en tanto que cristiano, me rasgaré las vestiduras cuando no me dejen llevar un crucifijo encima, o cuando las Femen interrumpan a mi obispo, pero si una ley prohibe construir mezquitas en mi ciudad, o si interrumpen a un imán, pues que se arreglen ellos, que para eso son musulmanes, no voy a estar firmando y perdiendo identidad... mientras que como ciudadano, aunque afectivamente me pueda doler más lo primero, el ataque a la libertad lo siento exactamente igual en los dos casos.
      No sé si queda más claro ahora. Y en cuanto a lo del "estilo", estupendamente resumido, y buenos ejemplos. Hay págians católicas dedicadas a demostrar que los "cambios" de Papa Francisco son "solo" de estilo.

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    4. Me ha quedado claro: hay que proponer desde dentro en lugar de imponer desde fuera.

      Muchas gracias por tu respuesta.

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  2. ¿Puedo meter la cuchara? Abel, lo del laicismo es lógico, diplomático, civilizado, pero es una imposible metareligión, ya que reduce al cristianismo a mera dimensión de tu conciencia ¿unificada? entre otras. Entiendo que un cristiano actúa siempre como cristiano porque Cristo es Alfa y omega, si el vecino no quiere pagar sus cuotas no debo obligarlo porque sigo el evangelio y no otra concepción de la vida. Jesús no practicó el laicismo ("dad al César lo que es del César" no significa reservar siempre algo para el mundo, sino todo lo contrario, devolverlo si es que hemos retenido algo, es un mandamiento muy claro pero muy tergiversado) imagina a Jesús no quebrantando el sábado sino, como buen ciudadano judío, postulando al sanedrin para impulsar reformas humanistas a la ley... O pidiendo un juicio justo en la pasión. Ni siquiera actúa ora como hombre, ora como Dios. Se trata en el fondo también de una virtud, la integridad. Lo opuesto es ese dualismo esquizofrénico e imposible. Y es que perdonar ( como cristiano) y no perdonar (como ciudadano) son opuestos. Incluso el laicismo te permitiría tener otras religiones y actuar según las circunstancias como cristiano, panteísta o ateo y luego votar en elecciones, de hecho mucha gente, consciente o inconscientemente lo hace) lo que no es un argumento pero señala que este principio realmente se coloca por sobre y, por ende, reemplaza la religión.

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    1. Es una buena observación. Sin embargo, creo que sólo se aplicaría en el caso -muy poco realista- de que hubiera un único yo (el mío), y se tratara, por tanto, de dar al mundo la forma de mi verdad, sin necesidad de que eso sea verdad para nadie más.
      Pero vivimos en un mundo donde hay, primero que nada, otros, esa es la realidad primera: otros. Además hay un montón de otras cosas, pero la realidad primera no es ni la verdad, ni los bienes, ni los argumentos, ni siquiera mi propio yo, sino la realidad de otros con los que tengo que convivir, y sobre todo, entre los que tengo que poner en circulación el mayor "montante" posible de amor, lo que empieza por el respeto, por -como nos lo enseña nuestra propia fe- la verdad en la caridad.
      Esa, y no una defección de la fe, y no la conveniencia que podría llevar a usar una religión distinta según convenga, esa es la motivación última que me hace adoptar el principio laicista: no por una cuestión de "aggiornar" nada. Personalmente estoy convencido que el laicismo político es uno de los buenos frutos de la civiliación cristiana, que por fin descubre lo que tantas veces se intentó a lo largo de la historia de la relación entre la fe y la esfera civil: como poner juntas la absolutez d ela religión -que sólo puede ser absoluta en al conciencia- y la relatividad de la convivencia civil.
      No se trata de "guardarse" la fe, ni de "retirarse" de la vida civil por una trascendencia del Reino mal entendida. Se trata de un respeto exquisito por la verdad del otro, como norma de caridad social, y por supuesto sin esperar a que el otro dé el primer paso.
      Ese respeto por la verdad del otro, de lo que me rodea, hace que no tenga por qué (e incluso sea contraproducente) explicitar lo que rige mi conciencia como principio de acción en al sociedad, sino buscar (y encontrar) en la propia sociedad aquello que me permita obrar con un sentido de cambio, pero desde ella misma, no desde mis ideas e intereses.

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  3. ¿Y porqué el respeto a los demás implica mantenerse dentro del sistema a pesar de las contradicciones morales?¿el amor no empieza con perdonar al vecino moroso en lugar de coaccionarlo a pagar?

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    1. A mi entender los problemas que repetidamente me planteas tienen que ver con partir del individuo puro, como si fuera la única conciencia existente.
      ¡Por supuesto que el amor tuyo te puede exigir que tú perdones al vecino moroso, sin coaccionarlo a pagar! lo que no puedes es tomar esa decisión en nombre de toda la comunidad de vecinos.
      Se plantea entonces un dilema que parece insoluble: lo mejor y más perfecto sería un acto de renuncia que va contra el sentimiento general, y que no puede ser obligado a nadie. Nos relacionamos con otras conciencias, que no pueden ser violentadas nunca, bajo ningún concepto; conciencias para las cuales lo que ven como verdad es verdad, mientras lo vean como tal.
      A mi entender lo que rompe el nudo gordiano de esa contradicción (que no es aparente sino real) es el acto de renuncia personal, incluso a los criterios de lo mejor y lo peor, cuando se trata de la comunidad: si te piden la túnica, dales también el manto.
      Sólo en tanto aceptamos a la comunidad tal como es, al hombre en su oscuridad, su doblez, su irredención, podremos ser levadura en la masa: si no entramos en la masa, no hay forma de levarla. Eso no implica que tú, en lo que esté en tu poder, no obres explícitamente desde el evangelio ¡al contrario! eso es lo que debes hacer si realmente eres cristiano.
      El único camino de vida cristiana y de anuncio de la fe es, creo yo, el testimonio personal, en tanto obra por atracción.

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  4. Pero ¿qué debe hacer un cristiano cuando se da cuenta de que no sólo se trata de desiciones puntuales como la del vecino moroso sino de que, peor aún, los fundamentos y objetivos de su comunidad son perversos? Supongo que si la junta de vecinos me convoca a medianoche con antorchas y aperos de labranza para expulsar al vecino moroso o acudir al juez de paz para que ordene a la fuerza pública realizar esta tarea yo podría abstenerme u oponer una objeción de conciencia, pero en el fondo me estoy beneficiando de esta política esencial para la supervivencia de la comunidad.
    El alfa y el omega de los estados nacionales es la resistencia al mal, y actualmente el crecimiento económico es el fetiche. Se sostienen sobre la quema del petróleo que provoca muerte por contaminación y guerras, se industrializa todo, lo que provoca la alienación del hombre y la crueldad con los animales, etc.
    Es decir, yo puedo tener un exquisito respeto por esta verdad de los otros, pero ¿puedo influir positivamente desde dentro si pertenezco al ku-klux clan? ¿Qué consideración tuvo Jesús con el " sentir general"?

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