viernes, 8 de mayo de 2015

Está bien, acepto el mote

En un blog de periodismo llamado «La réplica», Marta Güelfo Márquez explora desde la perspectiva de género los [supuestos] subterfugios (especialmente de lenguaje, aunque no sólo) por medio de los que llega a caracterizar una nueva categoría: la del «neomachista», que ya no es «machista», porque es políticamente incorrecto, pero continúa consolidando lo que la perspectiva de género llama la «cultura patriarcal».
Pues bien, puesto que el periódico se llama «La réplica», supongo que, a pesar del escaso margen que la autora deja, se le podrá replicar... salvo que por ese pecado se saque otro mote con el que intimidar a los que no vemos con sus mismas gafas (comienza declarando ella misma que lo que tiene puestas son unas gafas. A confesión de parte...).
Porque de eso se trata este artículo, de encontrar un mote descalificador. Lo curioso es que el juego de los motes todos lo reconocemos como nocivo para el pensamiento: la misma autora, como veremos, encuentra en el uso de un mote infamante («feminazi», punto 4) uno de los puntos que revelan las malas intenciones del otro.

Vayamos uno por uno (en cada uno copio la explicación de la autora, y disculpen que resulte largo):
1- «Yo no soy feminista ni machista, yo creo en la igualdad»: Este es un error muy frecuente producto del desconocimiento. El feminismo es un movimiento que reivindica la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El machismo se conforma por actitudes, conductas y creencias de superioridad del hombre con respecto a la mujer.

Me alegro de que la autora sea tan penetrante: en palabras que no lo indican en absoluto, ha llegado a descubrir intenciones ocultas... ¿o será que las palabras son decidoras y transparentes sólo si vienen aprobadas por ella misma? Si yo digo que "creo en la igualdad", hasta que se demuestre lo contrario será que creo en la igualdad. La igualdad no quiere decir ni apunta necesariamente a «actitudes, conductas y creencias de superioridad del hombre con respecto a la mujer», la igualdad quiere decir igualdad.
Por supuesto, puede ser que alguien diga que "cree en la igualdad" y en realidad mantenga "actitudes, conductas y creencias de superioridad del hombre con respecto a la mujer", en cuyo caso está mintiendo, o se está autoengañando, pero no es la frase la que lo revela, sino el contraste de los hechos de esa persona con la frase que suscribe.
Ahora bien, cuando se pasa de contrastar hechos y frases a que la frase misma está viciada "lingüísticamente", por así decirlo, se está pasando de la raya, se está saliendo de la ambigüedad de todo lo humano al cielo puro de las categorías, que sólo existen en la obra de Kant y en las ideologías de toda especie.
Muchos, como es mi caso, no tendríamos ningún problema en reivindicarnos como feministas, pero si eso significa formar parte del cotarro donde una persona se sienta a categorizar al resto a partir de fragmentos de palabras y sin molestarse en nadar enlodada entre la ambigüedad de las palabras y los gestos, prefiero decir que no soy machista ni feminista, sino que creo en la igualdad. Y si eso me hace adquirir el mote de "neomachista", lo aceptaré por mis pecados. No es el único mote que sobrellevo.
¿Cómo podría decir esto mismo la autora, si en vez de dedicarse a categorizar, se dedicara a pensar el problema? Posiblemente hubiera sido interesante criticar la frase «Yo no soy feminista ni machista, yo creo en la igualdad» explicando que no hay simetría entre los dos campos, y que la «igualdad» aunque es el justo medio de los derechos, no es el justo medio de las actitudes culturales. En eso tiene razón: en ese uso de la frase, sólo en ese, podría ser un indicativo de pervivencia camuflada del machismo. Lo que implica que si se la escucho decir a alguien, eso no significa que sea neomachista (claro que tampoco que no lo sea).

2- «También hay violencia de género contra los hombres»: la violencia de género no se da de la mujer hacia el hombre porque no existe un sistema ideológico y cultural que oprima al hombre, sino a la mujer. La violencia de género se da en la pareja o expareja, del hombre hacia la mujer y tiene sus raíces en el patriarcado, el androcentrismo, el sentimiento de posesión y la idea tradicional de amor romántico. Conforma un fenómeno social que se da en todas las culturas y que provoca sólo en nuestro país 50, 60 ó 70 mujeres asesinadas al año por sus parejas o exparejas. Supone por tanto una situación de emergencia que precisa respuestas educativas, sociales y políticas concretas.

Por qué tú lo digas... La expresión «violencia de género» tiende al menos dos sentidos, y los dos pueden darse (y de hecho creo que se dan) también en la dirección de la mujer al varón: en un sentido «real» (el menos importante para la teoría del género), se puede dar por el simple hecho de que donde hay poder, está el contexto necesario para el abuso de poder, y por tanto para la violencia: si hay contextos de poder donde la que enarbola ese poder es una mujer, puede darse (y de hecho es muy probable que se dé), la violencia de la mujer hacia el varón. El segundo sentido tiene que ver como lo usa la autora: la violencia «estructural» -por así decirlo- es decir, la existencia de un relato unas estructuras, un lenguaje en general que, al justificar la violencia, la amparan y dificultan su erradicación.
Naturalmente estoy de acuerdo con ello: ese relato justificador existe, y eso es suficiente emergencia como para emprender todo tipo de acciones (educativas fundamentalmente, pero también preventivas y punitivas) contra ello.
Ahora bien, precisamente por eso mismo, la axiomática negación que la autora hace se me representa como la exacta réplica feminista del relato ocultador del androcentrismo: «la violencia de género no se da de la mujer hacia el hombre». Pues mira, ¿y si se da? ¿no estás reproduciendo el mecanismo negador del androcentrismo? ¿no es ese discurso mismo, sin necesidad de ningún aditamento, ya el desarrollo, o al menos el conato de un sistema ideológico y cultural de represión, al dejar de lado que la causa de la violencia, encarnada mayoritariamente en el varón del sistema androcentrismo, es el ser humano?
Hay violencia de la mujer al varón, muchos la hemos experimentado, muchos la vemos o hemos visto, y para liberar realmente al ser humano, lo que hay que hacer es no negar.

3- «Existen muchas denuncias falsas»: Según la Fiscalía General del Estado, el porcentaje de denuncias falsas en materia de violencia de género es de un 0,018%.

Puede ser. Tratándose de estadísticas, soy absolutamente incompetente: tanto para el indeterminado «muchas» como para el determinado «0,018%». Lo que no termino de entender es cómo la existencia de una convicción sobre la cantidad de denuncias falsas le sirve a la autora para establecer sus cortes de clase.
A mí el sólo hecho de que haya una denuncia falsa me parece dos cosas:
-que es lógico, puesto que somos seres humanos todos, mujeres y varones, por tanto el poder nos va a tentar de corromper de manera necesaria, así que si a través de denunciar adquiero algún poder sobre otro, es seguro que un porcentaje cualquiera (0,01 o 99,99) intentará abusar de él.
-que no cabe usar como elemento ideológicamente discriminador (el que reconoce denuncias falsas es porque es neomachista, no porque de hecho hay denuncias falsas) el sufrimiento de otro ser humano, en este caso del 1, 2 o 3 que son víctimas del abuso de poder de una denuncia falsa.

4- «Eres una feminazi radical»: No existe tal cosa. La palabra feminazi ha sido inventada por el neomachismo para demonizar y ridiculizar al movimiento feminista. Esta palabra ha sido utilizada incluso por neomachistas de renombre como Arturo Pérez-Reverte para atacar al feminismo.

No me gusta la palabra «feminazi» y de hecho no la uso en mis escritos, pero este punto es uno de los que me parecen más interesantes, porque reconoce el poder demonizador y ridiculizante de los motes... ¡en un artículo dedicado a poner en circulación un mote sobre el contrario!

5- «El lenguaje inclusivo es una tontería, acabaremos diciendo sillas y sillos»: El uso del lenguaje es importante en cuanto que con él construimos nuestro pensamiento y nuestra representación mental. Aquello que no se nombra, no se ve, y lo que no se ve, no existe. Nuestro lenguaje se ha regulado en base a los valores sociales y culturales dominantes patriarcales y androcéntricos, y es por esto por lo que debe ser cuestionado. Utilizar como argumento el femenino y el masculino en cualquier sustantivo es un intento de ridiculizar el lenguaje no sexista, que no tiene fundamento puesto que no hay que diferenciar el género en aquellos sustantivos que no tienen sexo biológico ni género.

Naturalmente que «El uso del lenguaje es importante en cuanto que con él construimos nuestro pensamiento y nuestra representación mental», eso es un principio completamente indiscutible. Y también que «aquello que no se nombra, no se ve», Precisamente por eso el llamado «lenguaje inclusivo», en la medida en que representa los esfuerzos voluntarios por imponerlo, podría hacerse conscientemente muchísimo mejor, y no imponer «abusos» de la inclusividad.
Por ejemplo, cuando yo digo "los estudiantes y las estudiantes", hago visibles dos conjuntos donde parece haber sólo el de los varones. Ahora bien, precisamente por dejar de nombrar una realidad, la condeno a la desaparición: cuando el profesor ve delante suyo a los estudiantes y las estudiantes, no ve dos conjuntos, ve uno, porque en tanto estudiantes no son dos, sino uno.
Quizás sea cierto que con el tiempo este equilibrio al que los idiomas indoeuropeos habían llegado se haya ideologizado androcéntricamente (en esto creo que la teoría del género tiene razón), pero la solución no es poner dos donde hay realmente uno, sino romper la alianza de ese uno con el androcentrismo. Me explico: si en vez de decir "los estudiantes y las estudiantes" dijéramos "les estudiantes", específicamente como una nueva forma de neutro inclusivo, estaríamos al mismo tiempo desandrocentrando, y reconociendo la unicidad donde hay y no debe dejar de haber unicidad. Y más bien reservar la duplicación de palabras donde realmente tiene sentido, que es cuando necesitamos realmente referirnos a dos conjuntos.
En la práctica el sistema de la lengua funciona poco por convenciones conscientes, así que el genio popular ha reemplazado la innecesaria duplicación por dos maneras que hoy coexisten: "lxs estudiantes", que incluye a todos los géneros posibles, y "l@s estudiantes", que convencionalmente todos entendemos que se refiere a las y los. La verdad que las dos soluciones son estupendas, pero lamentablemente no son pronunciables. Hay que buscar otros lexemas que remedien la situación.

En vez de dedicarse a clasificar al otro a partir de que le parece una tontería el hecho de que podremos acabar diciendo "sillos y sillas", podría la autora aprender de esa crítica que, aunque no tiene razón en el principio (el lenguaje inclusivo sí es necesario), la tiene en haber pescado el aspecto incómodo y puramente artificial de un sistema que funciona muy por fuera de nuestras voluntades individuales.

6- «Sois muy pesadas con eso del feminismo»: sí, hay días que nos levantamos y nos da por pelear y reivindicar nuestros derechos y nuestro lugar en cualquier ámbito de nuestras vidas. Incluidos en aquellos contextos y situaciones en los que la desigualdad no es fácilmente apreciable.

Ajá, bueno, gracias por la confesión de parte, de nuevo... efectivamente hay muchas feministas pesadas con el feminismo; a muchos les gusta el fútbol pero uno les huye porque son pesados con el fútbol, muchos son pesados con lo que les interesa.
Eso no tiene nada que ver con que el otro se convierta en "neo nada" por reconocer lo que es evidente: que ni el feminismo se libra de los pesados.

7- «No es acoso, es un piropo»: un piropo es algo agradable que se dice a la cara de alguien conocido con respeto y con la intención de animar y/o agradar a la persona a la que se le está diciendo o mostrarle afecto. Silbar y/o gritar por la calle a una mujer desconocida algo relacionado con su aspecto, su cuerpo y su ropa es acoso verbal.

Sí, estoy completamente de acuerdo. Ahora bien: la frase, tal como la copia la periodista, no niega eso. Será, no neomachista sino machista a secas, quien acose verbalmente, y dirá un piropo quien le diga "algo agradable a la cara de alguien conocido con respeto y con la intención de animar y/o agradar a la persona". No hace falta inventarse un mote nuevo.

8- «Me da igual que sea un hombre o una mujer, lo que importa es la persona»: este argumento es muy repetido en organizaciones políticas o sociales cuando se trata el tema de la paridad en listas o en cargos. Por cuestiones relacionadas con la educación, la socialización, los estereotipos y la falta de referentes es probable que el protagonismo, el liderazgo y el poder de las organizaciones acabe siendo masculino. Herramientas paritarias como las listas cremallera fomentan una participación más igualitaria y representativa.

«es probable que...», puede ser, como puede ser que no, la frase en sí no es machista ni neomachista, en absoluto, al contrario, debería ser el ideal al que tendiera la lucha por la igualdad.

9- «También debería existir un día del hombre»: el 8 de marzo fue declarado el día Internacional de la Mujer Trabajadora por la ONU en 1975. Conmemora las luchas de las mujeres obreras que reivindicaban sus derechos y la igualdad en la sociedad. Actualmente aún vivimos en una sociedad que oprime a la mujer y en la que la desigualdad en el ámbito laboral, económico, político y familiar sigue siendo evidente, por lo que seguimos peleando y reivindicando nuestros derechos cada día y, en especial, el 8 de marzo.
Ajá, bueno, la frase original no me parece demasiado lúcida, más bien un tanto pava, así que por suerte encontré una con la que estoy de acuerdo con la autora, mi nivel de neomachismo a descendido 1/10.

10- «Ya hemos conseguido “la igualdad”»: creer que las mujeres ya estamos en igualdad de condiciones en todas las esferas de la vida es un error frecuente. La infrarrepresentación política, la brecha salarial, las mujeres asesinadas por sus parejas, el techo de cristal o el sobrecargo de los cuidados nos indican todo lo contrario: vivimos en una sociedad desigual.

No, no hemos conseguido la igualdad. Pero no me apunto un 2/10 con la periodista porque me parece que yo lucho a mi manera y en mi ámbito, por la igualdad, y ella también; pero estoy convencido de que la lucha de ella es estéril en muchos aspectos, por luchar en el plano de la ideología, por excluir en vez de incluir, por invitar a condenar sin juicio, y, en fin, por pretender primero la adhesión y luego la acción.
No digo que la autora no luche, y que no lo haga con buenas intenciones, digo que las luchas que se hacen desde esos referentes han resultado a lo largo de la historia, estériles.
Yo no puedo formar parte de esa lucha. Ya sé que a la autora no le interesará, porque de hecho parece más interesada en denunciar a gente como nosotros con un mote nuevo que a incluir luchadores a sus filas. Pero es una lástima que ante tanta necesidad de lucha haya gente que gaste sus energías así.